¿Es usted de los que bota el
papel del dulce, la colilla de cigarrillo o el chicle que acaba de masticar a
la calle? Pocas personas saben que, por más diminuta que parezca, esa basura
que arrojan a las calles de las ciudades puede terminar flotando en los ríos,
lagunas, e incluso, en los mares del país.
Pero si lo hace, si esa
‘basurita’ que usted consideró inofensiva o insignificante logra saltarse los
controles de limpieza, continuará su recorrido; terminará navegando por las
corrientes de los ríos en un viaje hasta desembocar en el mar.
Un fenómeno del que surgen las
llamadas ‘islas de basura flotante’ de las que alertan varias organizaciones
internacionales y expertos en todo el mundo quienes estiman que, cada año son
arrastradas hacia mares y océanos entre 8 y 10 millones de toneladas de basura
de todo tipo, proveniente no solo desde las costas sino desde las ciudades del
interior de cada país que luego terminan siendo ingeridas por las especies
marinas poniendo en peligro la biodiversidad.
De hecho, el más reciente informe
de Ocean Conservancy, una organización que desde hace 30 años se dedica a la
limpieza internacional de costas, señala que en 2014 más de 560.000 voluntarios
de 91 países todo el mundo recogieron 8 millones de kilos de basura a lo largo
de 13,000 millas de playas y canales terrestres. En el top 5 de los desechos
recuperados figuraron las colillas de cigarrillo, en primer lugar, seguido
respectivamente, por las envolturas de comida (de dulces, papas fritas,
galletas, etc.), tapas plásticas, pitillos e icopores y botellas PET.
Si ese es el impacto de un
desecho minúsculo, imagine ahora lo que puede provocar la basura de mayor
tamaño.
Tomemos conciencia, recuerda: “basura no es la que se tira, basura es el
que la tira”
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