Nuestros antepasados buscaban un árbol para
abrazarse a su tronco, cuando se sentían angustiados o cargados de problemas.
Por el tronco fluye la savia que da energía directamente de la Tierra.
En
las técnicas orientales, hay una postura que se llama “abrazar el árbol”. Esta
posición estática alinea todos los huesos del modo más eficaz posible. Para los
occidentales puede parecer algo ridículo, sin embargo, cada vez más naturópatas
lo recomiendan. Es una forma gratuita de sentirse en comunión con la
naturaleza. Cuando caminamos entre los árboles en un parque o un bosque,
podemos llegar a sentir la energía que desprenden. Los celtas creían que cada
árbol poseía un espíritu sabio y que sus rostros podían verse en la corteza de
sus troncos y sus voces escucharse en el sonido de las hojas moviéndose con el
viento.
Los
árboles nos ayudan a establecer contacto con el poder de la naturaleza, nos dan
herramientas para sanarnos, relajarnos, fortalecernos, cargarnos de energía
vital y son portadores de los mensajes de la madre Tierra. Existen cada vez más
personas que han comprobado los beneficios de abrazar los árboles. Al revés que
con las personas que al abrazarlas podemos notar pérdidas de energía debido a
factores emocionales, con un árbol siempre notaremos que nos carga, nunca que
nos descarga.
No
olvidemos que todo ser vivo es energía, y al igual que nosotros, los árboles
tienen la suya propia, muchas veces entramos en sintonía y sentimos como fluye
expresando nuestra sensación de bienestar, tranquilidad, serenidad, etc.
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