lunes, 28 de septiembre de 2015

La Desconexión


¿Te ha pasado alguna vez que llegas a una habitación a hacer algo y no recuerdas qué era? ¿O tal vez acabas de salir del coche y, tras caminar unos pasos, te detienes porque no recuerdas si lo has cerrado con llave? ¿O puede que, de repente, te des cuenta de que empezaste a hacer algo y lo dejaste a medias sin ni siquiera ser consciente de ello ni tener la más mínima intención de dejarlo inacabado?
 
Si te encuentras con frecuencia en este tipo de situaciones puede ser debido a que no estás prestando atención al momento presente, sino que tu cabeza está a menudo en otra parte, en el futuro, en el pasado, dando vueltas a algún problema, fantaseando, imaginando o preocupándote por cualquier cosa.

Al no estar presente mientras haces muchas de las cosas de tu día a día, no es raro que se produzcan estos olvidos. No recuerdas si has cerrado el coche porque, mientras lo hacías, no eras consciente de ello, no estabas en el presente porque tu mente estaba en otra parte, tal vez pensando en algún problema o asunto que te preocupa, o tratando de huir de una realidad que no te gusta.

Cuando no estás en el presente es como si fueras con el piloto automático, haciendo muchas cosas de manera inconsciente. Cuando debes hacer algo más complicado, que requiere más atención y concentración, es posible que logres abandonar ese estado de piloto automático durante un rato, para volver a él enseguida y pasar así la mayor parte del tiempo.

Las consecuencias de no estar presente: Este no estar presente implica una desconexión con uno mismo. Incluso aunque no te des cuenta es, en sí misma, estresante porque genera incertidumbre e inseguridad, te aleja de tu propio interior y te impide vivir el momento, además de los problemas y contratiempos que pueden crearte tus propios olvidos y despistes.

El estado de piloto automático no solo afecta a tus experiencias externas, sino también a las internas, como tus propias emociones, de manera que puede que tampoco seas del todo consciente de lo que sientes, no solo de lo que haces. Al fin y al cabo, tus sentimientos las vives ahora, en el presente, en cada instante, y si no estás en el presente, tampoco estás siendo consciente de tus propias emociones y sentimientos, o de tu propio cuerpo.

La solución, por tanto, consiste en proponerse ser más consciente de todo lo que haces, aunque se trate de algo tan simple como salir de tu coche y cerrar la puerta. Si eres planamente consciente de lo que haces en cada instante, lo recordarás. Y conforme vayas siendo más consciente de todo lo que haces durante el día, de lo que estás viviendo en cada momento, te darás cuenta de que te sientes mejor, tu mente y tu cuerpo están más relajados y estás más en contacto contigo mismo.


En general, cuanto más cerca está una persona de sí misma y más conectada con su propia experiencia, tanto interna como externa, mayor es su bienestar emocional y su sensación de calma interior. Por desgracia, a menudo nos alejamos de nosotros mismos justo en los momentos en que más necesitamos de esa calma emocional; es decir, cuando tenemos problemas. Pero es en esos momentos cuando más necesitas hacer justo lo contrario: ser más consciente de lo que haces, dices y sientes, estando tan solo en el ahora y controlando tu propia mente para que no deambule sin permiso. Por supuesto, esto no significa que haya algo malo en fantasear, preocuparse por algo o soñar despierto, siempre y cuando elijas voluntariamente el momento para hacer eso, en vez de dejar que tu mente te arrastre en los momentos menos oportunos.

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