viernes, 18 de septiembre de 2015

Vivir en armonía con Gaia


Comúnmente la llamamos Tierra, nombre proveniente del latín Terra, derivado de Gaia el nombre de la Antigua Deidad Griega Madre. Se le ha llamado de muchas formas pero siempre con gran reverencia en las diferentes culturas a través del tiempo: Pacha-Mama o Mamanchic para los Incas; Mapu para los Mapuches; Ixchel en el panteón Maya; Coatlicue para los Aztecas; la Nuna de los esquimales; Kokyang Wuthi de los Hopis; en la antigua India, en el Rig Veda se le llamaba Mahimata, un término que significa literalmente la Madre Tierra.
 
Esta Gran Madre nos lleva en su vientre a través del espacio en su danza cósmica brindándonos su abrigo; en su interior como pasajeros somos transportados alrededor del Sol a una velocidad de más de 100.000 km/h y a esta vertiginosa velocidad hay que añadir el hecho de que rotamos alrededor del ecuador a una velocidad de 1.600 km/h y, sin embargo, nos sentimos tan tranquilos. Su manto protector también nos cubre de la radiación ultravioleta proveniente del Sol y nos mantiene calientitos, guardando la energía calórica necesaria para la vida.

¿Has sentido el abrazo de la Madre Tierra? Todos los días y las noches de nuestra existencia en este plano, andamos unidos  por una fuerza poderosa y sutil que nos une con el planeta; la fuerza que emerge del corazón de la Tierra nos atrae con su vigor gravitatorio y con una energía increíble nos sostiene amorosamente, para que no salgamos despedidos de su vientre mientras realiza su gran danza cósmica.

Recién nacidos y en nuestros primeros meses de vida nuestras madres biológicas nos dan su leche; ahora como adultos, ya no nos alimentamos de la leche materna. Ahora nos alimentamos del maíz, del fríjol y de la fruta que viene de la tierra.  Si no hubiera tierra, no podríamos sembrar un árbol o maíz. Somos como niños de la Tierra. Es por eso que le decimos Madre. Ella es quien nos alimenta, porque de ahí comemos y bebemos.

Al vivir alejados de los ritmos naturales, inmersos en los alocados compases frenéticos de producción y consumo de las grandes ciudades, hemos olvidado a la Gran Madre. ¿Qué tipo de hijos olvidarían a su Madre?, ¿qué clase de hijos ignorarían su abrazo? ¿Qué tipo de hijos no valorarían el alimento y la protección que les otorga despilfarrándolos? La Tierra sufre el acoso egoísta, ignorante y destructivo de algunos de sus hijos, simplemente porque ambicionan poder sin importar las consecuencias, porque sus almas vacías son insaciables, porque están ciegos y motivados por sus grandes temores, que buscan cubrir con el poder de poseer más y en dominar a otros; pero esta mentalidad triste y desorientada es ya obsoleta. Dulces hermanos y hermanas es hora de despertar.

Afortunadamente los paradigmas sociales y económicos están cambiando, la crisis a la que hemos llevado como especie al planeta trae consigo un poderoso despertar de la conciencia, ahora vivimos un momento mágico de gran apertura, donde la voz de los ancestros, es de nuevo escuchada y cada vez somos más quienes buscamos vivir de una forma amorosa con nuestros hermanos y hermanas y con nuestra Gran Madre.

Si estás en busca de conectarte con esta nueva conciencia, aquí están algunas buenas ideas que puedes empezar a aplicar, compartir y seguir innovando con ellas.

Una guía para ser un buen hijo puede resumirse en una sola palabra “Sustentable”: Ser sustentable es cuidar el medio ambiente, actuar de forma ecológica, ser socialmente justo y pensar en las próximas generaciones; como hijos de Gaia, vivir comprometidos en la noble tarea de cuidar, recuperar y corresponder a la eterna generosidad de nuestra Madre Tierra. La clave para hacerlo está en estos tres puntos: Orgánico-Eco-Consciente.

Productos Orgánicos: en lo posible prefiere productos de origen orgánico, no solamente son maravillosos para tu salud, sino que los productores orgánicos están comprometidos de corazón con el cuidado de  la Madre Tierra, utilizando semillas ancestrales no modificadas genéticamente y no usando en su producción químicos que contaminen la tierra y el agua.

Vive Eco: ecológico es buscar un equilibrio entre lo que utilizamos y los recursos que existen en el planeta, se trata de llevar tu creatividad al límite de lo posible, de reutilizar, reciclar, reducir tu huella ecología, usar la bicicleta, el transporte público, compartir tu vehículo, usar el agua y la energía con moderación.

Consumo consiente: hacerte un consumidor consiente es reconocer que con cada producto o servicio que adquieres apoyas y la das energía a un proyecto. Es recordar que somos parte de la orquesta de la vida y como cualquier otro ser vivo vibramos y hacemos parte de la sinfonía de la vida, todo es música; aunque a veces discordante, siempre magnífica, hacemos sonar la música de nuestras almas con cada pensamiento que enviemos al mar cósmico, cada palabra que decimos y cada acción que tomamos nos convierte en cocreadores del mundo que compartimos. Convertirte en un consumidor amoroso es apoyar empresas y proyectos que estén comprometidos con la sustentabilidad ecológica, por ejemplo, usar productos biodegradables y no testeados en animales; o tal vez hacer tus vacaciones en un Eco Hotel, en una Reserva Natural o una Eco Aldea; comprar en las placitas de mercado más relacionadas con los campesinos productores; salir a cenar a un restaurante con visión ecosostenible y, finalmente, contarle a todos y compartir con tus amigos, tu familia y tus hijos estas nuevas posibilidades de vivir en armonía.

Estos tres puntos te llevarán a ser más consecuente con tu vida en el planeta, pero si quieres llevar más a fondo tu conexión con el espíritu de la Madre Tierra es recomendable estar en contacto con ella el mayor tiempo posible, un par de semanas de retiro lejos de la ciudad y en contacto directo con la madre tierra pueden cambiar tu vida y sin duda será una experiencia inolvidable. Aunque tan solo hacer pequeñas incursiones ocasionales harán que la semilla del amor de Gaia crezca en ti, anda sobre el césped sin zapatos en la mañana, visita cotidianamente una montaña, un bosque, un lago etc.

Finalmente puedes hacer un sencillo ritual que te conecte de forma simbólica pero muy sincera con la Gran Madre Tierra. Ve a una montaña, desierto, bosque, un territorio tranquilo que para ti sea un lugar mágico donde tu conexión con la naturaleza sea profunda y puedas entregarte al momento sin prisas ni preocupaciones.

Lleva algo que quieras ofrendar a Gaia, dulces, semillas, cristales, tejidos, un elemento físico o energético que simbolice tu amor y tu deseo de sanación y prosperidad para todos; siéntate y crea un ambiente sagrado con aromas, velas, música etc., cuando ya estés listo, siéntate y respira profundamente durante unos minutos, conectándote desde lo más profundo en ti, que sea tu alma y tu corazón los que te guíen en este momento.

Ahora con tus manos haz un pequeño agujero en el suelo, como si abrieses una pequeña ventana para que te escuche la Tierra, luego inclínate en este lugar y como si le hablases al oído puedes decirle algo como esto:

“Madre Tierra, yo te ofrezco mi agradecimiento con todo mi corazón, y a través de él, que resuene el corazón de todos los hombres y las mujeres, para que sane la madre y todos seamos amorosos y felices. Que todos los seres que llevas en tu seno protejan, nutran y bendigan todo lo que crece. Gracias, Gracias, Gracias”.


Después de esto deja allí tu ofrenda y acuéstate sobre la tierra y abandónate sobre ella, siente el poderoso abrazo de la Madre y que tu cuerpo y tu alma nacidos de ella sean uno con la Madre Tierra y su fuerza creadora.

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