sábado, 12 de septiembre de 2015

Música Angélica


Somos asistidos por aquellos que están más altamente evolucionados que lo que estamos en esta etapa de nuestro desarrollo. Tal grupo de ayudantes abiertos a nosotros lo constituyen los ángeles.


Estas radiantes Huestes de Dios son mencionadas aproximadamente trescientas veces en la Biblia, y también son exaltados en otras religiones del mundo y en escritos espirituales contemporáneos, tales como "La Hermandad de Ángeles y Hombres", de Geoffrey Hodson. Otros ángeles ayudan a dirigir la luz sanadora de Dios. Estos grandes seres enfocan renovadoras energías en los hospitales, hogares, lugares de trabajo, escuelas y en todos los lugares que están receptivos y necesitados. Otros mensajeros inspiran a la humanidad a través de la belleza y la alegría de las artes creativas. Hay jubilosas armonías y sonidos melodiosos que los ángeles ayudan a hacer converger en nuestro alrededor, y oiremos esta música de las esferas cuando podamos llegar a estar más centrados y armonizados en la Luz. Ángeles que vigilan y ángeles guardianes permanecen cerca de nosotros, alentándonos a vivir vidas más valiosas, dedicadas a la Verdad y al amoroso servicio inegoísta. Nuestra conciencia no está limitada al tiempo. En cualquier momento, “a través de la inspiración y la desesperación”, podemos entrar en armonía con la Luz, la que nos capacita para recibir aportes de muchas formas desde fuentes superiores. Así ocurre con muchos de los grandes compositores. En medio de muchas obras excelentes, parecen haber tenido esos momentos de especial inspiración.

Algunos compositores, como Handel durante su composición de “El Mesías”, llegaron a ver Huestes Angélicas, y les dio crédito para cualquier inspiración que pudieran transmitir en notas y melodías.

Hoy tenemos unas pocas composiciones musicales que parecen angélicamente inspiradas. Estas piezas especiales obran como bendiciendo a los oyentes que las escuchan, y aportan vibraciones angélicas al ambiente donde suenan. La música angélica trae Luz. Normalmente es alegre, agudamente clara y viva. A menudo, tal música hace eco al canto de coros celestiales contenidos en sonidos como de campana o de arpa. Alguna de estas piezas musicales aporta poderosas energías curativas, y son especialmente benéficas cuando son tocadas en hospitales, clínicas, o en salas con pacientes que tienen disturbios mentales. Otra música angélica, tal como, “La Cabalgata de las Valkyrias”, de Wagner, trae fuerza, mientras que la música tal como “La Danza de los Espíritus Bienaventurados”, de Gluck, produce la cualidad de la alegría.

Música a Dios y al Cristo
Examinando minuciosamente la vida de los grandes compositores, y su música, vemos cuán a menudo acompañó e inspiró sus esfuerzos una inspiración superior. La mayoría de los compositores que reconocieron esta Presencia, que trabajó con ellos y a través de ellos, estaban fuera de instituciones o afiliaciones religiosas particulares. Más aun, cuando examinamos los diarios personales y las cartas de los grandes compositores, nos encontramos con que nombran con toda franqueza a la Presencia, de acuerdo con su propia experiencia de comunión y contacto. En estos casos el compositor llega a ser el canal de conexión que transmite una mejor comunión entre la humanidad y el Dios Creador. Como lo expresa Corine Heline: “La misión más elevada de la música es la de servir como lazo entre Dios y los hombres. Tiende un puente sobre el cual las huestes angélicas pueden acercarse más a la humanidad.”


Si consideramos las personalidades de los grandes compositores, a menudo nos encontramos con ciertas toscas debilidades o requisitos aun no equilibrados en su carácter y temperamento. Pero aun en medio de tales defectos, impulsos superiores eclipsan estas imperfecciones. Aun con todas sus limitaciones humanas - los prejuicios raciales, la egocentricidad y la conducta irresponsable de Wagner, las rabietas y brusquedades en el temperamento de Beethoven, etc. - parece que la Divina Luz invadió sus humanos esfuerzos, a menudo elevando y transformando las obras comunes en obras maestras eternas que estimulan la evolución del género humano. Beethoven parecía darse cuenta de su debilidad humana así como de su divino don cuando dijo: “Oh, Divino, Tú miras en lo más profundo de mi alma, Tú sabes que el amor al prójimo y el deseo de hacer el bien moran allí... Oh, Dios, dame fuerzas para conquistarme; nada debe encadenarme a la vida”. Después de mucha investigación,  se encuentra en las vidas de los grandes compositores muchos ejemplos donde su dedicación a Dios era fervorosa y prevalecía sobre cualesquiera afiliaciones religiosas particulares. Mozart dijo en sus anotaciones: “Elevé mi plegaria a Dios, y la sinfonía comenzó”. J. S. Bach afirmó: “El propósito y la razón final de toda la música no deberían ser nada más que la gloria de Dios y el refrigerio del espíritu”. Beethoven, acercándose más a Dios a través de mucho sufrimiento dejó en su diario su posición final de aceptación como compositor y como hombre, cuando dijo: “Someteré humildemente todas las oportunidades y cambios de mi vida y pondré toda mi confianza en tu inmutable bondad, oh, Dios”. El gran compositor bohemio Antonin Dvorak siempre comenzó sus partituras con las palabras: “Gracias sean dadas a Dios”, y el devocional maestro austríaco Anton Bruckner dedicó su Novena sinfonía “Al Amado Dios”. El lema en muchas de las partituras de Vivaldi fue “Gloria a Dios y a María Bendita”. Handel, escribe su experiencia extática mientras escribía “El Mesías”: “Pienso que vi todo el Cielo ante mí - y al Gran Dios Mismo. Si estaba en mi cuerpo o fuera de él, como escribió, no lo sé. Dios lo sabe”. Haydn nos dice de su alegría en el Señor: “Dios me ha dado un corazón alegre... Cada vez que pienso en el Amado Dios tengo necesidad de reír. Mi corazón salta de alegría en mi pecho”. Mientras componía “Parsifal”, Wagner expuso su credo espiritual: “Creo en Dios, Mozart y Beethoven, y en sus discípulos y apóstoles; creo en el Espíritu Santo y en la verdad del arte - uno e indivisible; creo que el arte de la música procede de Dios y mora en los corazones de todos los hombre iluminados... Me regocijo en un pensamiento y consideración, el resultado de lo cual puede traer una gran sanación al mundo... que yo podría poner en claro a Cristo”.

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