lunes, 31 de agosto de 2015

Cómo Cultivar el Amor Divino


El mundo en general ha olvidado el verdadero significado de la palabra amor. El hombre ha abusado tanto del amor que muy pocas personas saben lo que realmente es. Así como el aceite está presente en cada parte de la oliva, el amor impregna cada parte de la creación. Pero definir el amor es muy difícil, por la misma razón que las palabras por sí solas no pueden describir con total exactitud el sabor de una naranja. Debes probar la fruta para conocer su sabor. Lo mismo debe suceder con el amor. Todos han experimentado algún tipo de amor en vuestros corazones, de este modo ya sabes algo acerca de él. Pero aún no sabes cómo desarrollarlo para purificarlo y expandirlo hasta convertirlo en amor divino. Una chispa de este amor divino existe en muchos corazones al comenzar nuestra vida, pero suele perderse ya que el hombre no sabe cómo cultivarlo.

Mucha gente no cree necesario analizar la verdadera naturaleza del amor. Lo consideran como el sentimiento que tienen hacia sus familiares, amigos y otros a los que están fuertemente unidos. Pero es mucho más que eso. La única manera que hay para describir el amor real es explicando su efecto. Si pudieras sentir tan solo una partícula de amor divino tu alegría sería tan grande - tan abrumadora - que no podría contenerla.
Pensad profundamente. La satisfacción del amor no está en el sentimiento como tal, sino en la alegría que este sentimiento conlleva. El amor proporciona alegría. Nos gusta el amor porque nos intoxica de felicidad. Así pues, al amor no es nuestra meta final, ésta es la felicidad. Dios, es, imperecedero, consciente y siempre renovada felicidad. Nosotros, como almas somos individuales. ‘De la alegría venimos, en la alegría vivimos y en esa sagrada alegría nos reuniremos algún día. Todas las emociones - amor, compasión, coraje, humildad- carecerían de sentido sin la alegría. Alegría significa estimulación, una expresión de la felicidad definitiva.
La experiencia del hombre en la felicidad se origina en el cerebro, en el sutil centro de la conciencia divina que los yoguis llaman sahasrara, o loto de mil pétalos. Aún y así, el sentimiento de alegría no se experimenta en la cabeza, sino en el corazón. Desde el divino trono de la conciencia divina en el cerebro, la alegría desciende hasta el centro del corazón y allí se manifiesta. Esa alegría proviene de la felicidad de Dios - el esencial atributo del Espíritu.
Aunque la alegría pueda nacer en conjunción con otras condiciones, no está sujeta a esas condiciones; se manifiesta sin ninguna causa material. A veces te despiertas ‘andando por el aire’, con alegría y no sabes por qué. Y cuando te sientas a meditar, la alegría burbujea a tu alrededor, sin ayuda de otros estímulos. La alegría de la meditación es sobrecogedora. Aquellos que no han llegado al silencio de la profunda meditación no saben lo que es la verdadera alegría. Nos sentimos muy felices cuando se satisface un deseo, pero cuando somos jóvenes sentimos alguna vez una felicidad repentina que parece llegar de la nada. La alegría se expresa bajo ciertas condiciones, pero no nace de esas condiciones. Así, cuando alguien recibe mil dólares y exclama: ‘¡Qué feliz soy!’ la condición de haber recibido mil dólares ha servido únicamente de resorte para disparar la fuente de alegría de la reserva de felicidad que se halla en nuestro interior.
En la experiencia humana, algunos eventos acostumbran a requerirse para aportar alegría, pero la alegría es el perenne y nativo estado del alma. El amor es también nativo del alma, pero el amor es secundario ante la alegría. ¿Puedes imaginar el amor sin alegría? No. La alegría sirve al amor. Cuando hablamos de la desgracia del amor inalcanzado estamos hablando de un anhelo insatisfecho. La verdadera experiencia del amor está siempre acompañada por la alegría.
En el sentido universal, el amor es el poder divino de la atracción que armoniza, une y vincula. Está opuesto a la fuerza de la repulsión, que es energía cósmica que materializa la conciencia de Dios. La repulsión mantiene todas las formas en el estado manifestado a través del maya, el poder de la ilusión que divide, diferencia y desarmoniza. La fuerza atractiva del amor contrarresta la repulsión cósmica para armonizar toda la creación y retornarla a Dios. Aquellos que viven en conexión con la fuerza atractiva del amor consiguen la armonía con la naturaleza y sus semejantes y son atraídos a la feliz unión con Dios.
En este mundo, el amor presupone dualidad; nace del intercambio mutuo de sugestión o sentimiento entre dos o más seres. Incluso los animales expresan un cierto tipo de amor por los demás y por sus crías. En muchas especies, cuando la pareja muere, la otra sucumbe poco después. Pero este amor es instintivo en los animales; ellos no son responsables de su amor. Los humanos, por otra parte, tienen una consciente autodeterminación en el intercambio de amor con los demás.
En el hombre, el amor se expresa de diversas maneras. Está el amor entre marido y mujer, entre padre e hijos, entre hermano y hermana, entre amigos, entre gurú y discípulo, entre el devoto y Dios, entre el alma y el Espíritu.
El amor es una emoción universal, sus expresiones se distinguen por la naturaleza del pensamiento a través del cual se mueve. Así, cuando el amor pasa a través del padre, su conciencia lo transforma en amor paternal. Cuando pasa a través del corazón del amante, da a ese amor universal otra cualidad más. No es el instrumento físico, sino la conciencia a través de la cual se mueve el amor la que determina la cualidad del amor expresado. Así un padre puede expresar amor maternal, una madre puede expresar el amor de un amigo, un amante puede expresar amor divino.
Cada reflejo del amor proviene del amor cósmico, pero cuando es expresado como amor humano en sus diversas formas, siempre es algo confuso. La madre no sabe por qué ama al hijo y el hijo no sabe por qué ama a la madre. Ellos no saben de donde proviene el amor que sienten hacia el otro. Es la manifestación del amor de Dios, y cuando es puro y generoso refleja Su amor divino. De este modo, investigando el amor humano, podemos aprender algo del amor divino, ya que en el amor de los hombres vislumbramos una pequeña parte de ese amor de Dios.
El amor paterno nace de la sabiduría y se basa en la razón. En la conciencia del padre siempre está el pensamiento: ‘Este es mi hijo y debo protegerle y cuidarle.’ El hace esto generosamente, expresando su amor mediante la enseñanza y la complacencia, así como también da al hijo todo lo que necesita. Pero el amor paterno es parcialmente instintivo, como todas las formas de amor familiar: el padre no puede evitar amar a su hijo.
El amor materno es más amplio. Se basa en el sentimiento en vez de en la razón. El verdadero amor maternal es incondicional. Podemos decir que es más espiritual y por consiguiente, más grande que muchas expresiones de amor humano. Dios puso en el corazón de la madre un amor por el hijo que es incondicional, sin importar la conducta o los méritos del hijo. Incluso si el hijo se convierte en un asesino, el amor de la madre permanece firme, inmutable; donde el amor del padre sería impaciente y menos proclive a perdonar.
El amor incondicional de la madre es probablemente el amor humano más cercano al amor divino. La verdadera madre perdonará a su hijo incluso cuando nadie más lo haría. Este tipo de amor ejemplifica el amor de Dios; Él perdona a sus hijos no importa cuántos pecados hayan cometido. ¿Quién podría haber otorgado este amor materno sino Dios?
En el verdadero amor maternal Dios nos da la prueba irrefutable de que nos ama incondicionalmente, sin importar lo malos que seamos o lo mucho que pequemos. El Espíritu Divino no es un tirano. Él sabe que nos ha colocado en un mundo de ilusión. Sabe que tenemos problemas, conoce nuestras peleas. El hombre solo aumenta la oscuridad interna de su ignorancia espiritual cuando se considera un pecador. Es mejor para él intentar corregir su conducta, pidiendo ayuda a la Madre Divina, que guarda en su interior el perdón y el amor infinitos.
Oh, Madre divina, soy tu pequeño hijo, tu indefenso hijo, sigilosamente sentado en tu regazo de inmortalidad. Alcanzaré el camino del cielo sentado en tu regazo. En el refugio de tu regazo alcanzaré el camino del cielo. No hay karma que pueda dañarme porque soy tu hijo, tu pequeño hijo, tu hijo indefenso. Sigilosamente en tu regazo alcanzaré el camino del cielo.

Esta es la relación que hay que tener con Dios, ya que la Madre es el amor divino que todo lo perdona.

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