domingo, 16 de agosto de 2015

Todos Somos Alquimistas


La alquimia, ese arte milenario que a tantos cautivó y al que dedicaron su vida, prometía la fórmula para transformar metales en oro o para lograr la vida eterna. Para ello, los alquimistas debían transmutar su propia alma antes de transmutar los metales. Esto quiere decir que debían purificarse.

Alquimia era sinónimo de perfección, eternidad, pureza. Felicidad, el sueño más soñado.
Sublime tarea. Creamos en ella o no, en el fondo a muchos les gustaría aprender este milenario arte. Y de hecho, lo hemos aprendido. Y cuánto mejor incluso que aquellos que tanto han estudiado para lograrlo. Hoy, siglo XXI, avanzó el conocimiento de las ciencias, las vidrieras de las librerías exhiben títulos del estilo “Cómo ser mejor”, “El secreto de la felicidad”, “Rodéese de personas sanas”, “Diez pasos para llegar al éxito”.
Las fórmulas existen, y el hombre las conoce. Sabe cómo ser mejor cada día; trabaja, duerme, estudia, piensa; orgulloso de lo que sabe y sobre todo de lo que es. Conoce lo que está bien y lo que está mal, y no le pesa la mano para señalar a quienes se equivocan, para ayudarlos a encontrar el verdadero camino.

Las fórmulas existen. Al fin y al cabo, todos somos alquimistas

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