En su expresión más idealizada, el amor conyugal
puede ser una de las expresiones del amor humano más grandes. Jesús dio a
entender esto cuando dijo: “Por esta
razón el hombre deberá dejar a sus padres y unirse a su mujer.” Cuando un
hombre y una mujer se aman pura y genuinamente el uno al otro, hay una completa
armonía entre su cuerpo, su alma y su mente. Cuando su amor se expresa en su
estado más elevado, tiene como resultado una perfecta unidad. Pero este amor
también tiene su parte mala; puede ser contaminado por el abuso del sexo, que
eclipsa el amor divino. La naturaleza ha dado una gran fuerza al impulso
sexual, para que así la creación siga su curso; por consiguiente, el sexo tiene
una parte en la relación entre hombre y mujer. Pero si convierte en el factor
dominante, el amor desaparece por completo y en su lugar aparecen la
posesividad y el abuso y la pérdida de la amistad y la comprensión. Aunque la
atracción sexual es una de las condiciones bajo las cuales nace el amor, el
sexo por sí solo no es amor. Sexo y amor están tan separados como el Sol y la
Luna. Solo cuando el verdadero amor es lo más importante en la relación, el
sexo se convierte en una forma de expresar ese amor. Aquellos que se preocupan
demasiado del sexo fracasan en su intento de encontrar una relación conyugal
satisfactoria. Es mediante el autocontrol que evitamos que el sexo sea la
emoción dominante. En este mundo moderno, desafortunadamente, el amor es casi
siempre destruido por poner demasiado énfasis en la experiencia sexual.
Aquellos que practican una moderación natural - no
forzada - en su vida sexual desarrollan otras cualidades en la relación
marido-mujer: amistad, comprensión, amor mutuo.
Un hombre de generosa devoción. Amaba tan
profundamente a su mujer, que su amor por ella se transformó en amor divino.
Después de morir ella, él erró durante años intentando encontrarla. Al final lo
consiguió, halló a Dios a través de su amor hacia ella. Esta es la historia: En
sus viajes después de la muerte de su esposa buscó a un santo en los Himalayas.
Persuadió al santo hombre para que prometiera iniciar espiritualmente a él y a
su esposa. Después de prometerlo, el santo preguntó dónde estaba su esposa. El
marido le dijo que estaba muerta. El santo, no obstante, mantuvo su promesa.
Instruyó al hombre en la meditación y empezó a invocar la presencia de su
esposa. Entonces los dos se sentaron juntos y recibieron la iniciación por
parte del santo. Después de eso, el hombre les bendijo y ella partió. A partir
de ese momento, el marido se dio cuenta de que lo que consideraba la amada
forma de su esposa era en realidad una manifestación individualizada de la
conciencia de Dios - como cada ser humano. El verdadero significado del amor
divino, que es el responsable de cada relación ideal, le fue revelado. La suya
fue una experiencia única y real.
Pero el amor conyugal es engañoso, y muchas
personas dejan este mundo con el corazón insatisfecho. Ellos no han buscado el
amor conyugal por el camino correcto. Atraídos por el aspecto físico, buscan un
compañero del alma en un cementerio de bellas formas, sin pensar que dentro
puede haber un demonio. No se condena al hombre y la mujer por responder a la
ley divina de la atracción; se condena la perversión de esa atracción a través
de la lujuria. Cada hombre que ve a la mujer como un objeto de deseo y que usa
a las mujeres para satisfacer su lujuria se está autodestruyendo: el continuo
abuso del sexo perjudica el sistema nervioso y afecta al corazón, destruyendo
eventualmente el amor y la felicidad. La humanidad debe darse cuenta de que la
naturaleza básica del alma es espiritual. Para un hombre y una mujer, verse el
uno al otro como un medio de satisfacer el deseo es como buscar la destrucción
de la felicidad. Lentamente, poco a poco, la paz mental desaparecerá.
El abuso del sexo es comparable a conducir un
coche sin aceite; el cuerpo no puede aguantarlo. Cada gota de esencia vital
perdida es el equivalente a la pérdida de ocho gotas de sangre. Pero el punto
importante a recordar es aprender a controlarse - la mera supresión puede ser
perjudicial.
El hombre y la mujer deben verse el uno al otro
como un reflejo del Divino. Es muy bonito cuando el marido llama ‘madre’ a su
mujer, o cuando ella le llama ‘padre’. Cada mujer debería ver al hombre como un
padre. La actitud hacia las mujeres es la misma que hacia una madre. No es una
mujer, sino una expresión de la Madre Divina a la cual vemos hablándonos a
través de una mujer.
Las mujeres no deberían luchar por atraer al
hombre con su atractivo físico. Uno siempre debería parecer arreglado, y no es
malo querer ser atractivo, si se hace con buen gusto. Pero es erróneo intentar
atraer a propósito al sexo opuesto mediante la atracción sexual. La atracción
entre el hombre y la mujer debe surgir del alma. Aquellos que tienen
autocontrol tienen mejores oportunidades para atraer a la pareja correcta.
Muchas chicas han venido a quejarse de que los chicos quieren tener relaciones
sexuales primero o no quieren saber nada de ellas. La experiencia sexual es
ruinosa para los jóvenes.
En la India, la gente joven nunca se toca o se
besa antes del matrimonio. El amor llega primero. Eso es lo ideal. Cuando dos
personas sienten una atracción incondicional por el otro y están dispuestos a
sacrificarse por la pareja, están realmente enamorados. Solo entonces están
preparados para una relación íntima de matrimonio. La posesividad por sí sola
no resultará. Cuando un miembro del matrimonio intenta controlar al otro,
muestra una gran falta de respeto y amor. Pero cuando expresan su amor en el
continuo pensamiento de la felicidad del otro, se convierte en amor divino. En
una relación como esa vemos parte del Divino Señor.
Muchas esposas dicen ‘Mi marido no quiere que me
interese por las cuestiones espirituales.’ Esto es extremadamente egoísta. Si
la esposa está intentando ser más espiritual, el marido debería cooperar. Él no
la perderá; por el contrario, él recibirá una parte de su virtud. Lo mismo
puede aplicarse a la esposa. Lo mejor que puede desear un marido o una esposa
por el cónyuge es la espiritualidad, ya que el descubrimiento del alma lleva
consigo las cualidades divinas de la comprensión, la paciencia, el amor. Pero
cada uno debe recordar que el deseo de crecimiento espiritual no puede forzarse
en el otro. Vive el amor y tu bondad inspirará a todos tus seres queridos.
Después de unos pocos años de matrimonio, miles de
hombres y mujeres se preguntan: ‘¿Dónde ha ido nuestro amor?’ Ha sido quemado a
causa del abuso del sexo, el egoísmo y la falta de respeto. Cuando esas
cualidades entran en la relación, el amor se convierte en cenizas. La mujer se
enfada con el hombre cuando este trata de controlarla o cuando ella cree que la
ha olvidado. De cualquier forma, el insulto es una de las peores cosas que
pueden pasar en la pareja. Dicen que una lengua de siete centímetros de una
mujer puede matar a un hombre de dos metros. Cuando el hombre y la mujer se
maltratan el uno al otro destruyen la felicidad de estar juntos. El hombre
debería intentar ver a Dios en la mujer y ayudarla a ser consciente de su
naturaleza espiritual. El debería hacer notar a ella que no está simplemente
para satisfacer sus deseos sensuales, sino que es una compañera a quien él
respeta como una expresión del Divino. Y la mujer debería ver al hombre del
mismo modo. Otra actitud equivocada es la de temer al sexo opuesto; una
aversión anormal, así como una atracción anormal es una actitud malsana. Aprender
a ver a la mujer no como un instrumento creado para la destrucción moral del
hombre, sino como una representación de la Madre Divina. Si el hombre ve a la
mujer como un símbolo de la Madre, él encontrará una protección como no la ha
hallado nunca. A través de la gracia divina, ser capaz de cambiar la conciencia
de muchos hombres y mujeres con este pensamiento espiritual: cada hombre
debería ver a la mujer como un símbolo de la Madre del Universo, y cada mujer
debería ver al hombre como una encarnación del Padre del Universo. Estas
personas sintieron que la Madre divina y el Padre celestial habían hablado.
Existiría el amor conyugal si no hubiera atracción
sexual. Las personas normales no tendrían capacidad para sentir amor, pero
aquellos que están espiritualmente desarrollados podrían, porque no están
atados a los pilares del sexo. Aquellos que han cultivado las cualidades de su
alma saben que el sexo no tiene nada que ver con su verdadero amor. Si
desarrollas el verdadero amor de tu alma, empezarás a ver algo del Divino.
Jesucristo manifestó ese amor, que es puro y grande y maravilloso. Este amor halló
también expresión en la vida de muchos santos.
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