La
meditación es el arte o la técnica de acallar la mente para que se silencie la
interminable charla que, por regla general, llena nuestra conciencia. En la
calma de la mente silenciosa, la persona que medita se convierte, primero, en
un observador, después alcanza cierto grado de desapego y, al final, percibe un
estado de conciencia superior.
Las
tensiones del mundo actual se inmiscuyen constantemente en nuestra vida diaria.
Incluso los momentos de relax y placer son cada vez más breves conforme las
presiones y las exigencias del mundo exterior aumentan y nos sentimos más
agobiados. Ante esta avalancha de estrés, el cuerpo físico funciona en un
estado acelerado de alerta —la conocida reacción de lucha o huida— y desencadena
una sucesión de reacciones fisiológicas. El miedo, que es una dolencia muy
común hoy en día, también activa alarmas internas que nos obligan a
protegernos. De este modo, cada vez resulta más difícil conectar con nuestro
ser interior y recordar nuestra verdadera naturaleza espiritual.
Por
suerte, la práctica de la meditación nos ayuda a clarificar la mente y nos
libera de las tensiones, los pensamientos persistentes y los episodios y
llamadas del mundo exterior que perturban nuestra mente consciente. La meditación
nos ayuda a percibir, con mayor claridad, lo que es verdaderamente importante.
Aunque sus beneficios se extienden mucho más allá del propio estado meditativo,
no debemos olvidar que la meditación es, en sí misma, muy beneficiosa. Cuanto
más profundo sea el estado de meditación que logremos, más nos alejaremos de la
conciencia cotidiana —que incluye la frustración, el estrés, la ansiedad y las
preocupaciones—, y más nos acercaremos
al Ser Superior y su capacidad de amar. A medida que conseguimos una
perspectiva más amplia de la vida y nuestro lugar en el mundo, aumenta la
percepción y valoración del amor que existe en nuestro interior. Entonces,
descubrimos que ya poseemos ese don precioso que es todo belleza, nos sentimos
llenos de amor por nosotros mismos y podemos alcanzar la felicidad y la
alegría. A continuación, nos convertimos en
seres iluminados y que irradian iluminación.
La
meditación requiere práctica y paciencia. De hecho, el mismo acto meditativo
genera esta última. Lo importante es que volvamos a conectar con nuestra parte
más hermosa, receptiva y productiva. Existen muchas maneras de contactar con
nuestro ser superior, y cuanto más avanzamos en este camino más fácil nos
resulta alcanzar niveles cada vez más elevados de espiritualidad.
Resulta fácil verse envuelto en problemas y
dificultades, y también es probable que, a veces, uno se sienta atascado, como
si no lograse avanzar en la vida. Sin embargo, la solución puede ser tan
sencilla como dedicar veinte minutos diarios a meditar.
Para
empezar, siéntese de una forma confortable o, si lo prefiere, échese, cierre
los ojos y, simplemente, relájese. Afloje los músculos, preste atención a su
respiración y localice cualquier zona que permanezca tensa. Transmita a su
cuerpo el siguiente mensaje: «Todo está bien. Todo está en paz. Relájate.
Tranquilízate.» Pida a todos y cada uno de sus músculos que se liberen de la
tensión y la rigidez.
Permita
que los pensamientos dispersos se alejen, flotando, de su mente y pida a ésta
que silencie las voces clamorosas que suelen bombardeada (si es necesario,
siléncielas una por una). Dé estos pasos uno tras otro. Viva este momento con
intensidad, déjese ir y ríndase. De hecho, se trata de un momento único y
precioso de gracia, luz y elevación.
El
presente es el único momento en que podemos encontrar la felicidad y la
alegría; en consecuencia, la terapia psicoespiritual pone énfasis en que
prestemos atención al momento presente. La mente humana es un misterio
maravilloso, una pieza maestra creativa que puede transportarnos a la cima de
la felicidad o a las profundidades de la desdicha. Prestar atención al momento
presente es ser conscientes de los pensamientos, las emociones, los
sentimientos y las percepciones que nos ocupan en la actualidad. De este modo,
al eliminar las distracciones del pasado y el futuro, el acto de la meditación
nos abre la puerta a la salud y la paz interior. Para centrarse en el presente,
puede usted concentrarse en una palabra, mantra, imagen o sonido o,
sencillamente, vaciar su mente.
La
meditación nos aleja de la conciencia rutinaria y nos recuerda lo que hemos
aprendido sobre los valores más elevados y espirituales. Nos permite recordar el plano superior y también lo que es importante y lo que no lo
es en nuestra vida. Durante la meditación, tal vez sea consiente de un conocimiento repentino o una solución que no se le
había ocurrido antes y quizá perciba, con mayor claridad, una situación que le
inquieta, como si la luz de una habitación a oscuras se encendiera de repelente
despertar a la realidad fundamental.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario