martes, 25 de agosto de 2015

Meditar


La meditación es el arte o la técnica de acallar la mente para que se silencie la interminable charla que, por regla general, llena nuestra conciencia. En la calma de la mente silenciosa, la persona que medita se convierte, primero, en un observador, después alcanza cierto grado de desapego y, al final, percibe un estado de conciencia superior.

Las tensiones del mundo actual se inmiscuyen constantemente en nuestra vida diaria. Incluso los momentos de relax y placer son cada vez más breves conforme las presiones y las exigencias del mundo exterior aumentan y nos sentimos más agobiados. Ante esta avalancha de estrés, el cuerpo físico funciona en un estado acelerado de alerta —la conocida reacción de lucha o huida— y desencadena una sucesión de reacciones fisiológicas. El miedo, que es una dolencia muy común hoy en día, también activa alarmas internas que nos obligan a protegernos. De este modo, cada vez resulta más difícil conectar con nuestro ser interior y recordar nuestra verdadera naturaleza espiritual.
Por suerte, la práctica de la meditación nos ayuda a clarificar la mente y nos libera de las tensiones, los pensamientos persistentes y los episodios y llamadas del mundo exterior que perturban nuestra mente consciente. La meditación nos ayuda a percibir, con mayor claridad, lo que es verdaderamente importante. Aunque sus beneficios se extienden mucho más allá del propio estado meditativo, no debemos olvidar que la meditación es, en sí misma, muy beneficiosa. Cuanto más profundo sea el estado de meditación que logremos, más nos alejaremos de la conciencia cotidiana —que incluye la frustración, el estrés, la ansiedad y las preocupaciones—, y más nos acercaremos al Ser Superior y su capacidad de amar. A medida que conseguimos una perspectiva más amplia de la vida y nuestro lugar en el mundo, aumenta la percepción y valoración del amor que existe en nuestro interior. Entonces, descubrimos que ya poseemos ese don precioso que es todo belleza, nos sentimos llenos de amor por nosotros mismos y podemos alcanzar la felicidad y la alegría. A continuación, nos convertimos en seres iluminados y que irradian iluminación.
La meditación requiere práctica y paciencia. De hecho, el mismo acto meditativo genera esta última. Lo importante es que volvamos a conectar con nuestra parte más hermosa, receptiva y productiva. Existen muchas maneras de contactar con nuestro ser superior, y cuanto más avanzamos en este camino más fácil nos resulta alcanzar niveles cada vez más elevados de espiritualidad.
Resulta fácil verse envuelto en problemas y dificultades, y también es probable que, a veces, uno se sienta atascado, como si no lograse avanzar en la vida. Sin embargo, la solución puede ser tan sencilla como dedicar veinte minutos diarios a meditar.
Para empezar, siéntese de una forma confortable o, si lo prefiere, échese, cierre los ojos y, simplemente, relájese. Afloje los músculos, preste atención a su respiración y localice cualquier zona que permanezca tensa. Transmita a su cuerpo el siguiente mensaje: «Todo está bien. Todo está en paz. Relájate. Tranquilízate.» Pida a todos y cada uno de sus músculos que se liberen de la tensión y la rigidez.
Permita que los pensamientos dispersos se alejen, flotando, de su mente y pida a ésta que silencie las voces clamorosas que suelen bombardeada (si es necesario, siléncielas una por una). Dé estos pasos uno tras otro. Viva este momento con intensidad, déjese ir y ríndase. De hecho, se trata de un momento único y precioso de gracia, luz y elevación.
El presente es el único momento en que podemos encontrar la felicidad y la alegría; en consecuencia, la terapia psicoespiritual pone énfasis en que prestemos atención al momento presente. La mente humana es un misterio maravilloso, una pieza maestra creativa que puede transportarnos a la cima de la felicidad o a las profundidades de la desdicha. Prestar atención al momento presente es ser conscientes de los pensamientos, las emociones, los sentimientos y las percepciones que nos ocupan en la actualidad. De este modo, al eliminar las distracciones del pasado y el futuro, el acto de la meditación nos abre la puerta a la salud y la paz interior. Para centrarse en el presente, puede usted concentrarse en una palabra, mantra, imagen o sonido o, sencillamente, vaciar su mente.

La meditación nos aleja de la conciencia rutinaria y nos recuerda lo que hemos aprendido sobre los valores más elevados y espirituales. Nos permite recordar el plano superior y también lo que es importante y lo que no lo es en nuestra vida. Durante la meditación, tal vez sea consiente de un conocimiento repentino o una solución que no se le había ocurrido antes y quizá perciba, con mayor claridad, una situación que le inquieta, como si la luz de una habitación a oscuras se encendiera de repelente despertar a la realidad fundamental.

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