La palabra del hombre es el Espíritu en el nombre. Las
palabras habladas son sonidos producidos por las vibraciones de los
pensamientos. Los pensamientos son vibraciones emitidas por el ego o por el
alma. Deberíamos saturar cada una de nuestras palabras con las poderosas
vibraciones de nuestras almas. Si un hombre es incapaz de infundir en sus
palabras la fuerza del espíritu, el suyo es un lenguaje muerto. Cuando hablamos
demasiado, o cuando exageramos o falseamos los hechos, nuestras palabras se
vuelven tan inefectivas cual balas de papel disparadas con un rifle de juguete.
Es por ello que tanto las palabras como las plegarias de personas locuaces o
inescrupulosas en su lenguaje, suelen carecer de poder para operar un cambio
positivo en el curso de los acontecimientos. Las palabras de los hombres
deberían expresar no solamente la verdad, sino también su propia comprensión y
realización [de dicha verdad]. Un lenguaje desprovisto de la fuerza del
espíritu, se asemeja a una coronta de maíz desprovista de sus granos.
El Poder Espiritual de la
Palabra Humana
Palabras colmadas de sinceridad, convicción, fe e intuición,
actúan como bombas vibratorias altamente explosivas, cuyo estallido desintegra
las rocas de las dificultades, operando la transformación deseada. Evita
pronunciar palabras desagradables, aun cuando se refieran a hechos verídicos.
Cuando, ante un conflicto, repetimos afirmaciones sinceras, con plena
comprensión, sentimiento y determinación, éstas atraen infaliblemente la ayuda
de la Omnipresente Fuerza Cósmica Vibratoria. Apela a dicho Poder con confianza
infinita, desechando toda duda; de otro modo la flecha de vuestra atención
errará el blanco.
Una vez que has sembrado en la tierra de la Conciencia Cósmica
las semillas de vuestras oraciones, no las excavéis a menudo, con el objeto de
comprobar si han germinado o no... Concédele a las fuerzas divinas la
oportunidad de operar ininterrumpidamente.
El Poder Divino del Hombre
No existe nada superior a la Conciencia Cósmica o Dios. Su
poder sobrepasa infinitamente los límites de la mente humana. Así pues, busca
sólo su ayuda, lo cual no significa que debes volverte pasivo, inerte o
crédulo, así como tampoco que debes despreciar el poder de vuestras propias
mentes. El Señor ayuda a quienes se ayudan a sí mismos. Él os ha dotado de los
poderes de la voluntad, la concentración, la fe, la razón y el sentido común,
con el objeto de que hagáis uso de ellos en vuestros esfuerzos por liberaros de
las perturbaciones físicas y mentales. Aplica todos estos poderes, más apelando
simultáneamente a la ayuda de Dios.
Al emitir vuestras oraciones o afirmaciones, hacedlo siempre
con la confianza de que estás empleando vuestros propios poderes -poderes
recibidos de Dios- ya sea para sanaros a vosotros mismos o a otros. Pedid la
ayuda divina; más simultáneamente toma conciencia del hecho de que sos vosotros
mismos quienes estás haciendo uso, como los amados hijos del Señor, de los
dones que habéis recibido de Él - la voluntad, la emoción y la razón- para
resolver todos los complejos problemas de la vida. Debería establecerse un
equilibrio entre el concepto medieval de la dependencia total del hombre con
respecto a Dios, y el hábito moderno de depender totalmente del ego.
Aplicación de la Voluntad, el
Sentimiento y la Razón
La actitud mental debería adaptarse al tipo de afirmación que
se aplique: afirmaciones relacionadas con la voluntad, deben acompañarse de una
enérgica determinación; afirmaciones relacionadas con los sentimientos deben acompañarse
de devoción; afirmaciones relacionadas con la razón, deben acompañarse de un
claro entendimiento. Cuando se desea sanar a otros, se debe seleccionar un tipo
de afirmación que concuerde con el temperamento del paciente, sea éste activo,
imaginativo, emotivo o reflexivo. Condición -fundamental en la práctica de toda
afirmación es la intensidad de la atención, más la continuidad y la repetición
son también factores de considerable importancia. Repite atenta y
reiteradamente vuestras afirmaciones, saturándolas de devoción, voluntad y
fe... y no os inquietéis por los resultados: éstos habrán de producirse
naturalmente, como fruto de vuestros esfuerzos.
Durante el proceso de curación física, la atención debe
concentrarse en los infinitos poderes de la mente y no así en la enfermedad
misma, ya que esto último puede debilitar la fe. Cuando se trata de superar
perturbaciones mentales, tales como el temor, la ira, los malos hábitos, etc.,
la concentración debe fijarse en la cualidad opuesta a la que se desea vencer.
Así por ejemplo, para superar el temor, debe cultivarse la conciencia del
valor; para superar la ira, la conciencia de la paz; para superar la debilidad,
la conciencia de la fortaleza; para superar la enfermedad, la conciencia de la
salud, etcétera.
Origen Mental de las
Enfermedades Crónicas
Cuando luchamos por recuperar la salud perdida, a menudo
solemos prestar mayor atención al poder avasallador de la enfermedad en lugar
de concentrarnos plenamente en la posibilidad de sanar; en esta forma, permitimos
que la enfermedad corporal se convierta en un hábito tanto mental como físico.
Este fenómeno se manifiesta especialmente en las personas tensas y aprensivas.
Todo pensamiento depresivo, todo pensamiento de felicidad, de irritabilidad o
de calma, graba su surco sutil en las células cerebrales, fortaleciendo
nuestras tendencias ya sea hacia la enfermedad o hacia el bienestar.
Nuestras subconscientes "ideas-hábitos", ya sea de
salud o de enfermedad, ejercen una poderosa influencia sobre nuestro ser. Las
enfermedades rebeldes - tanto mentales como físicas- poseen siempre una
profunda raíz en la mente subconsciente. Para eliminar la enfermedad es
necesario arrancar estas ocultas raíces. Es por ello que toda afirmación
consciente debe ser practicada con la fuerza suficiente como para que sea capaz
de imprimir [su verdad] en la mente subconsciente; entonces esta última
influirá a su vez en forma automática sobre la conciencia. Así pues, las
afirmaciones vigorosas que se practican en forma consciente, actúan tanto sobre
la mente como sobre el cuerpo a través de la mediación de la mente
subconsciente. Las afirmaciones efectuadas con una fuerza aún mayor, alcanzan
no sólo a la mente subconsciente sino también a la supraconsciente, mágica
surtidora de poderes milagrosos.
Toda afirmación de una Verdad debe ser practicada aplicando en
ella la voluntad, el sentimiento, la inteligencia y la devoción. No debe
permitirse que la atención se distraiga. Es necesario entrenar la atención cual
si se tratase de un niño travieso; cada vez que se desvía de su objetivo, se le
debe traer de regreso y enseñarle, una y otra vez, en forma repetida y
paciente, a concentrarse en la tarea que se le ha asignado.
Fe y Atención: Dos Factores
Necesarios
Si se desea que una afirmación alcance la supraconsciencia,
dicha afirmación debe estar libre de toda duda e incertidumbre. La atención y
la fe operan cual antorchas, capaces de conducir hasta las mentes subconscientes
y supraconscientes incluso aquellas afirmaciones que se practican sin una plena
comprensión de su significado.
La paciencia y la repetición atenta e inteligente, operan
maravillas. Las afirmaciones practicadas para sanar perturbaciones físicas o
mentales crónicas, deberían repetirse con frecuencia, profundidad y
continuidad, hasta que lleguen a formar parte integrante de nuestras más hondas
convicciones intuitivas. Jamás deberíamos prestar atención alguna al hecho de
que el estado de nuestra salud permanezca estacionario o incluso se agrave. Es
preferible morir -si la muerte ha de venir- con la convicción de poseer una
salud perfecta, antes que con la idea de que se es víctima de un mal físico o
mental incurable.
Aun cuando, de acuerdo al conocimiento actual del hombre, la
muerte constituya irrevocablemente el fin de nuestro cuerpo, el poder del alma
es capaz de modificar la "hora señalada".
La
Curación es Producida por la Energía Vital
Jesús afirmó: "No sólo de pan vive el hombre, sino de
toda palabra que sale de la boca de Dios". (Mateo 4:4)
La "Palabra" es la Energía Vital o la Fuerza Cósmica
Vibratoria. La "boca de Dios" es el bulbo raquídeo, ubicado en la
parte posterior del cerebro la cual se adelgaza progresivamente, fundiéndose en
la médula espinal. Esta zona del cuerpo humano, la más vital de todas,
constituye el divino portal ("boca de Dios") a través del cual
penetra la "Palabra" o Energía Vital que sostiene al hombre. En las
escrituras hindúes y cristianas, la Palabra es designada con los términos de Om
y Amén, respectivamente.
Sólo aquel Poder Perfecto [el de la Palabra o Energía Vital]
es capaz de restablecer la salud; todos los métodos de estimulación externos
actúan sólo en la medida en que cooperan con la Energía Vital, y carecen de
todo valor en su ausencia.
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