Hasta ahora y durante miles de años nos habían estado
gobernando mediante el miedo.
Principalmente el miedo a la muerte y el miedo a la
sexualidad. Ambos están conectados entre sí en torno al misterio de la vida y
la muerte.
Con el miedo a la muerte han manipulado
comportamientos colectivos a lo largo de toda la historia de la humanidad. Han
moldeado culturas, valores y principios morales normativos y, con éstos, han
construido una realidad social tan pesada como aparente que se nos hace muy
difícil poder romper o de la cual mirar más allá.
Nos han hecho creer tanta basura que procesamos
diariamente en nuestros ordenadores mentales, que cuando intentamos siquiera
hablar del tema de la muerte, el concepto de Tabú recorre cada fibra de
vuestras neuronas.
Imagina sólo por unos instantes que la muerte no existe.
Que nos han hecho creer en algo que no existe sólo con la intención de
mantenernos controlados mediante la manipulación y el chantaje emocional.
Imagina que viviéramos en una realidad social
colectiva en la que se estableciera como cierto que la muerte no existe y que
es sólo un tránsito de un estado de vida a otro estado de vida. Que nada se
pierde o desaparece, que todo se transforma.
Entonces, bajo esa nueva realidad social, en la que la
muerte no existe y por lo tanto el miedo a eso mismo también desaparece,
¿tendría sentido hacer la guerra entre unos y otros para imponer una visión
exclusiva de realidad? Las guerras siempre se han realizado con el objeto de
imponer, mediante la violencia y la muerte, una visión exclusiva de realidad.
La cual, por cierto, quien gana no sólo impone, sino que además gestiona para
que ésta se sostenga en el tiempo.
Si la muerte no existe ¿cómo podrían seguirnos
chantajeando con el miedo a ésta? Las guerras se sustentan sobre el miedo a la
muerte. Las guerras se siguen sosteniendo por la cantidad de muertos que han
caído a ambos lados del enfrentamiento: mientras más muertos haya más se
prolonga la guerra.
¿Qué ocurriría si observáramos que en verdad nadie ha
muerto, ni los millones de millones en cada una de las guerras mundiales, ni en
las demás hasta la fecha?
¿Qué ocurriría sólo en ti, si te dieras cuenta de que
no vas morir y que nadie a tu alrededor desaparecerá... pues sólo se
transformará?
A eso le tenemos mucho miedo. A la transformación.
A, simplemente, observar y permitirte fluir en esa
transformación de ti mismo hacia lo desconocido. Desde el saber de lo conocido
hacia la incertidumbre de lo nuevo que en potencia eres. ¿Cuánto te ha limitado
a ti el miedo a la muerte?, ¿de ti mismo o de otros? ¿Cuántas experiencias has
dejado pasar por miedo a la transformación? ¿Cuánta vida más estaríamos
dispuestos a vivir de forma incierta, nueva y salvaje, si pudiéramos aceptar
que la muerte no existe?
El miedo a la muerte se alimenta además de un miedo
encubierto a la vida. Cuando se aproxima el miedo a "la muerte", nos
preguntamos: "¿Hemos hecho lo que vinimos a ser en esta vida? ¿Valió la
pena?" Tal parece que detrás de todo esto se encuentra el sentido de vida.
¿Por qué estoy vivo aquí?
El miedo a la muerte es el miedo a la vida. Tememos
perder la vida porque no nos hemos atrevido a ser en esta vida lo que veníamos
a ser.
Tememos perder la vida porque podemos perder todo lo
que hemos "invertido y ganado" en ésta. Tememos perder.
El miedo a la muerte nos hace creer que somos lo que
tenemos; de tal forma que cuando ésta llegue, perderemos "aquello que
somos". Pero, si en verdad la muerte no existe, nada desaparece, sólo se
transforma. Lo que eres siempre lo has sido y lo seguirás siendo. Nada pierdes,
y por tanto nada ganas.
La muerte no se llevará nada esencial y por tanto todo
lo que has creído acumular, bienes materiales, logros sociales, éxitos
personales, experiencias de vida, no es lo que eres en esencia, y tú seguirás
existiendo más allá de todo lo que no eres en esencia.
El miedo a la muerte es el miedo a la
autotransformación. Recuerda: "...sólo aquéllos que vuelvan a nacer
entrarán al reino de los cielos".
El segundo nacimiento es en el que te das nacimiento
conscientemente a ti mismo, en esa profunda aceptación de quien eres en
esencia. Es ese despertar que te permite desapegarte de lo no esencial, para
aventurarte hacia el viaje a lo desconocido de lo que sí eres en esencia. Ese
viaje implica una muerte de lo viejo y un nacimiento a lo nuevo. Y es
precisamente en este parto hacia lo nuevo donde se encuentra la humanidad en
estos minutos.
Por eso decíamos que sólo hasta ahora nos han
manipulado por el miedo a la muerte. De la misma manera como cuando éramos
niños y nos manipulaban con miles de historias para que nos portáramos
"bien"; es decir, para que nos impusieran por la violencia una
exclusiva visión de realidad. La historia de un dios castigador y juez, la
historia de papá Noel o Santa Claus, que nos llenará de regalos; la historia
del conejo de pascua, la historia de que los padres no mienten y son perfectos,
la historia del príncipe azul y de la princesa; y cuántas más podríamos seguir
enumerando...
Mientras vamos madurando, es decir, mientras vamos
aceptando ser quien somos, desapegándonos de lo que no somos en esencia y
aventurándonos a lo nuevo que somos en potencia, nos vamos dando cuenta de lo
ilusorio, engañoso y manipulador de dichas "realidades".
La humanidad entera está pasando por un proceso de
maduración, en el que avanza de su infancia engañada y manipulada y estaría
despertando hacia una adolescencia, en la que se está dando cuenta de la poca
veracidad de los metadiscursos, como el del miedo a la muerte.
A medida que aceptes en ti mismo estas
transformaciones, en tu ordenador mental, e integres la idea de que la muerte
no existe, y la vivencies, es decir, aceptes la vida con total intensidad,
incertidumbre y fluidez, entonces, estarás ya en este proceso de madurez, de
despertar, de libertad.
Cuánto goce, luz, felicidad nos están esperando en
estas verdades que nos van haciendo libres. Algunos ya las estamos percibiendo,
aunque sea sólo por algunos instantes. Desde allí, les invitamos a participar
de este gran carnaval cósmico que prepara la tierra, de todo este despertar de
la humanidad.
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