Indudablemente el dolor es
siempre fuente de estrés, en cambio la música, cuando es la adecuada, lo es de
placer y relajación. La música, en sus infinitas expresiones y manifestaciones,
el sonido, los ritmos, las melodías, acuden a nuestro psiquismo proporcionando
alivio allí donde las tensiones no dejan espacio más que para contracturas y
depresiones.
Así lo han entendido quienes
durante años se han dedicado a estudiar esta relación y han podido demostrar
que funciona.
No es que no sea importante, pero
el no llegar algunas veces a saber las causas exactas de un mal, no significa
que no se pueda (y se deba), intentar buscar el alivio siguiendo técnicas de
origen artístico más que científico: y eso está muy bien.
La fibromialgia es una enfermedad
de la que aún se ignoran aspectos, por lo que a veces el tratamiento no puede
depender de un único especialista. Y es en este punto donde la musicoterapia
interviene: experiencias realizadas aplicando la técnica de imagen guiada con
música, resultan de suma utilidad no ya para aliviar dolores sino avanzando un
poco más para contribuir a la disminución de cuadros de ansiedad y depresión
derivados del continuo dolor.
Por otra parte, y como otro
beneficio añadido, las personas que padecen esta dolencia consiguen, en un
clima exento de presión y de manera placentera, mejorar su situación emocional
para poder alcanzar las motivaciones que necesitan para poder desarrollar una
vida lo más normal posible.
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