El subconsciente es uno de los grandes misterios de la humanidad. Todos
sabemos que tenemos subconsciente, y lo hemos asumido como algo normal, pero si
lo piensas detenidamente, es muy raro, ¿no? ¿Cómo puede ser que una parte de
nuestra propia mente esté escondida? ¿Cómo puede ser que no podamos acceder a
algo que es nuestro? Si no lo tenemos nosotros, ¿dónde está?
No es que sea raro, es rarísimo. Y aún es más raro que hayamos aceptado
la existencia del subconsciente con tanta facilidad sin sorprendernos un poco
más.
Nuestro subconsciente no
hace juicios. Acepta todo lo que decimos, y crea en concordancia con nuestras
creencias. Siempre dice «sí». Nuestro subconsciente nos ama y nos proporciona
lo que nosotros afirmamos. Pero tenemos elección. Si elegimos conceptos y
creencias de pobreza, entonces el subconsciente supondrá que eso es lo que
deseamos, y continuará dándonos estas cosas hasta que decidamos cambiar
nuestros pensamientos, palabras y creencias por otros mejores. Nunca estamos obstaculizados
porque siempre podemos volver a elegir. Hay millones y millones de pensamientos
entre los cuales podemos escoger.
Nuestro subconsciente no
sabe distinguir entre lo verdadero y lo falso, o entre lo correcto y lo
incorrecto. No nos conviene desaprobarnos de ninguna manera. No nos conviene
decir algo así como «¡Ay, estúpido de mí!», porque el subconsciente escuchará
ese diálogo interno y al cabo de un tiempo nos sentiremos realmente estúpidos.
Si lo repetimos mucho se convertirá en una convicción en nuestro subconsciente.
El subconsciente no tiene
sentido del humor. Es muy importante saberlo y comprenderlo. No se puede hacer
una broma respecto a uno mismo y pensar que eso no tiene importancia. Cualquier
frase despectiva que pronuncies sobre ti mismo, aun cuando la digas con la
intención de ser ingenioso o divertido, tu subconsciente la aceptará como
verdadera.
No hagas chistes ni
comentarios despectivos sobre ti, ya que no te crearán buenas experiencias.
Tampoco los hagas sobre otras personas. El subconsciente no distingue entre ti
y los demás. Escucha las palabras y cree que hablas de ti mismo. La próxima vez
que te sientas tentado a criticar a alguien, pregúntate por qué piensas eso de
ti mismo. Vemos en los demás sólo aquello que vemos en nosotros mismos. En
lugar de criticar a los demás, elógialos, y verás cómo dentro de un mes notarás
un enorme cambio en ti.
Nuestro mundo es en
realidad un asunto de enfoque y actitud. Fíjate en la forma en que se expresan
las personas solas, desdichadas, pobres, enfermas. ¿Qué palabras emplean? ¿Qué
han aceptado como verdad sobre sí mismas? ¿Cómo se describen a sí mismas? ¿Cómo
describen su trabajo, su vida, sus relaciones? ¿Qué esperan de la vida? Presta
atención a sus palabras, pero por favor, no vayas por ahí diciéndoles a
personas desconocidas que están arruinando su vida por la forma en que hablan.
Tampoco lo hagas con tus familiares y amigos, porque no te lo agradecerán ni
valorarán la información. Pero sí usa esta información para iniciar una nueva
relación contigo mismo, y llévala a la práctica si deseas que tu vida cambie,
porque incluso en el más pequeñísimo plano, si cambias tu forma de hablar,
también cambiarán tus experiencias.
Si estás enfermo y crees
que tu enfermedad es incurable, que te vas a morir y que la vida es una miseria
porque nada te funciona... ¿adivinas qué pasa?
Puedes elegir renunciar a
tu concepto negativo de la vida. Empieza por afirmar que eres una persona
amable (digna de amor), digna de curarte, y que atraes todo lo que necesitas en
el aspecto físico para sanar. Afirma que estás dispuesto a ponerte bien y que
puedes hacerlo confiadamente porque estás a salvo.
Muchas personas solamente
se sienten a salvo cuando están enfermas. Suelen ser del tipo que tienen
dificultad para decir «no». La única forma en que pueden negarse a hacer algo
es diciendo: «Me siento demasiado mal para hacerlo». Es la excusa perfecta.
¿Cuáles son los mensajes que deseas escuchar?
«Amarnos a nosotros mismos es lo más importante que podemos hacer, porque
cuando nos amamos, no nos hacemos daño ni tampoco se lo hacemos a ninguna otra
persona». Es la receta para la paz mundial. Si yo no me hago daño y no te hago
daño, ¿cómo podemos estar en guerra? Cuantas más personas lleguemos a ese
lugar, mejor será el planeta. Comencemos a tomar conciencia de lo que sucede
escuchando las palabras que decimos, en nuestro diálogo interno y en el diálogo
con los demás. Entonces podremos empezar a realizar los cambios que nos
ayudarán a curarnos a nosotros mismos y al resto del planeta.
El subconsciente es un cuarto cerrado
habitualmente. Por tanto las informaciones que están allí no nos llegan con
fluidez. Es cierto que ciertas informaciones que obran en su poder no nos las
proporciona para evitarnos dolor. Pero no se preocupe, porque lo que es
claramente perjudicial no lo va a proporcionar.
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