Cerrar los ojos, dejarse llevar por una música suave, ser acariciado,
respirar suavemente y visualizar lugares placenteros, son algunos de los
remedios que todo el mundo practicamos cuando queremos relajarnos. Con ellos pretendemos
dar un descanso a nuestro espíritu, más que a nuestro cuerpo, buscando llegar
de nuevo a esa plenitud que teníamos antes, quizá hace ya muchos años atrás.
Cuando una persona está estresada, se activa la llamada "respuesta para la lucha o de
arrebato", a causa de la cual sufre un incremento en el ritmo cardiaco,
la tensión arterial y la frecuencia respiratoria. Ello nos lleva a considerar
más acertadamente el estrés como un estado de tensión, un proceso físico,
químico o emocional, productor de una situación que puede llevar a la enfermedad
física.
Ahora sabemos que hay tres etapas en la respuesta del estrés.
En la primera etapa, alarma, el cuerpo reconoce el estrés y se prepara
para la acción, ya sea de agresión o de fuga. Un ejemplo de ello lo tenemos en
un asalto en la calle, con el agresor o ladrón surgiendo repentinamente ante
nuestros ojos, mientras nuestra mente trata de ordenar lo imprevisto del momento.
En ese instante, las glándulas endocrinas liberan hormonas suprarrenales que
aumentan los latidos del corazón y el ritmo respiratorio, elevan el nivel de
azúcar en la sangre, incrementan la transpiración, dilatan las pupilas y hacen
más lenta la digestión. En la segunda etapa, resistencia, el cuerpo repara
cualquier daño causado por la reacción de alarma y nos prepara para la
respuesta eficaz, normalmente la huida, no siempre factible. Sin embargo, si el
estrés (la situación) continúa, el cuerpo permanece alerta y ya no puede
reparar los daños, siendo normal el desvanecimiento, la sudoración profusa y el
orinarse. Si continúa la resistencia se inicia la tercera etapa, el agotamiento
y la pérdida de nuestra capacidad de reacción, cuya consecuencia puede ser una
alteración profunda que dejará huella largo tiempo.
Indudablemente este es un caso de situación estresante profunda,
tanto como lo son una enfermedad dolorosa, la pérdida continuada del empleo o
un divorcio que nunca llega.
Por ello, debemos advertir que la exposición prolongada al estrés
agota las reservas de energía del cuerpo y puede llevar en situaciones muy
extremas, incluso a la muerte. Los vegetales alargan sus raíces para
suministrarse alimentos y agua sin importarles si se lo quitan a otras especies
cercanas, del mismo modo que una abeja quita el polen a una flor para elaborar
su alimento y un pez mayor termina comiéndose al más pequeño. No hay una sola especie
en la naturaleza que no emplee su fortaleza, su astucia o su rapidez para sobrevivir
a costa de la debilidad de otro.
El ser humano trata de ser diferente y para proteger al más débil
elabora leyes que le ayuden y castigos para quienes abusan de su poder, pero
esto es solo una buena intención que no se traduce en resultados prácticos ni mucho
menos generalizados. El más débil (especialmente si no dispone de dinero) acaba
sucumbiendo ante la voracidad del poderoso, el cual consigue incluso que las leyes
se pongan de su parte a base de buenos abogados. Como vemos, todo cuanto rodea
a los seres vivos es estresante, pero es una consecuencia del hecho de estar vivos,
ya que el simple acto de respirar sin pausa, los continuados latidos del
corazón que no se pueden interrumpir, o la búsqueda incesante del alimento
diario, son los estigmas que acompañan nuestra existencia. Si a ello sumamos los
problemas cotidianos de la vida en sociedad, con nuestras familias, compañeros
de trabajo, autoridades y personas que se nos cruzan continuamente en nuestras
vidas, nos daremos cuenta que no hay un sólo momento, o al menos hay muy pocos,
en los cuales nos podamos relajar y olvidarnos del mundo que nos rodea.
Afortunadamente, y en oposición al estrés, diario o circunstancial,
le proponemos la relajación, que no es otra cosa que separarse de ciertas
actividades que someten al cuerpo a un excesivo estrés. La mayoría de las
técnicas de relajación consiste en un entrenamiento de los músculos del cuerpo
para evitar tensiones ocultas, al mismo tiempo que canalizan la mente hacia
lugares más placenteros.
No se trataría, pues, de olvidar los problemas, sino de adaptarnos
a ellos, por lo que las buenas técnicas de relajación, enseñan a los individuos
a reconocer tensiones de la vida diaria que les permitirán afrontarlas.
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