Relajarte,
sentir el amor en tu corazón y hacer que sea tu luz interior en cualquier
situación... tal es el significado de la entrega espiritual. Y eso nos cambia,
nos convierte en personas más profundas, más atractivas.
En el budismo
zen hay un concepto que se llama la «mente zen» o la «mente del principiante».
Con esto quieren decir que la mente debe ser como un tazón de arroz vacío. Si
ya está lleno, el universo no puede llenarlo. Si está vacío, tiene espacio para
recibir. Esto significa que cuando creemos que ya tenemos las cosas resueltas,
no se nos puede enseñar nada más. La auténtica visión intuitiva no puede darse
en una mente que no está abierta para recibirla. La entrega es un proceso de
vaciamiento de la mente.
En la
tradición crística, este es el significado de «llegar a ser como un niño
pequeño». Los niños pequeños no creen que sepan lo que significan las cosas. A
decir verdad, saben que no saben. Le piden a alguien mayor y que sepa más que
se lo explique. Nosotros somos como niños que no saben, pero creemos que sí.
La persona
sensata no pretende que sabe lo que es imposible saber. «No sé» puede ser un
enunciado que confiera autoridad. Cuando nos encontramos en una situación
desconocida, dentro de nosotros hay algo que sabe. Con nuestra mente
consciente, "nos hacemos a un lado para que un poder más elevado en
nuestro interior pueda hacer acto de presencia y mostrarnos el camino a
seguir".
Necesitamos
menos pose y más carisma auténtico. Carisma era originariamente un término
religioso que significaba «del espíritu» o «inspirado». Se refiere a dejar que
la luz de Dios irradie a través de nosotros. Es una chispa que algunas personas
poseen y que no se puede adquirir con dinero. Es una energía invisible con
efectos visibles. Si nos despreocupamos, amamos y nada más, no nos convertimos
en personas cuya vida es gris. Muy al contrario, es entonces cuando nos
volvemos realmente brillantes. Porque dejamos brillar nuestra propia luz.
Estamos hechos
para ser de esa manera. Estamos hechos para brillar. Mira a los niños pequeños.
Son todos tan únicos, antes de que empiecen a tratar de serlo, por que
demuestran el poder de la auténtica humildad. Esta es también la explicación de
«la suerte del principiante». Cuando nos encontramos por primera vez en una situación
y desconocemos las reglas, no fingimos que las conocemos, y todavía no sabemos
de qué hay que tener miedo. Esto libera a la mente para crear a partir de su
propio poder superior. Las situaciones cambian y «las luces se encienden»
simplemente porque nuestra mente se ha abierto para recibir al amor. Hemos
dejado de ser un estorbo en nuestro propio camino.
El amor es una
manera de ganar, una vibración triunfante y atractiva. Si pensamos que el éxito
es difícil, entonces, para nosotros, lo será. El éxito en la vida no tiene por
qué conllevar ninguna tensión negativa. No tenemos que pelearnos continuamente.
Si lo piensas bien, verás que «agarrar el toro por los cuernos» es algo muy
peligroso. De hecho, la tensión de la ambición limita efectivamente nuestra capacidad
para el éxito porque nos mantiene en un estado de contracción emocional y
física. Parece que nos diera energía, pero en realidad no es así, como si fuera
el azúcar blanco de la salud mental; tras un ascenso rápido, sobreviene una
caída. El cultivo del descanso mental, o de la entrega, es como comer alimentos
sanos. No nos dan un inmediato empujón hacia arriba, pero con el tiempo nos
proporcionan mucha más energía.
Para ello no
es necesario pasarse el día sentado en la postura del loto. Sigue habiendo una
excitación, pero más suave. Muchas personas asocian la vida espiritual con una
película de serie B. Sin embargo, Dios no hace desaparecer todo el dramatismo
de la vida, sino solamente el dramatismo barato. No hay nada más dramático que
el auténtico crecimiento personal. Nada puede ser más auténticamente dramático
que los niños que se convierten en hombres de verdad y las niñas que llegan a
ser verdaderas mujeres.
Cuando nos
entregamos y nos limitamos a amar sucede algo sorprendente. Nos introducimos en
otro mundo, en un ámbito de poder que está ya dentro de nosotros. El mundo
cambia cuando nosotros cambiamos, se ablanda cuando nos ablandamos, nos ama
cuando nos decidimos a amarlo.
Entrega es la
decisión de dejar de pelear con el mundo y, en cambio, empezar a amarlo. Es una
paulatina liberación del dolor. Pero liberarse no es separarse por la fuerza de
algo, sino "fundirse serenamente con lo que realmente somos". Nos
despojamos de nuestra armadura y descubrimos la fuerza de nuestro yo crístico.
Un curso de milagros nos dice que si bien «pensamos que sin el ego todo sería
caótico, lo que es verdad es lo opuesto.» Sin el ego, todo sería amor».
Lo que se nos
pide es, simplemente, que cambiemos nuestra manera de enfocar las cosas y
experimentemos una percepción más tierna. Es todo lo que Dios necesita. Apenas
un único y sincero momento de entrega, en que el amor sea más importante que
nada, y ya sabemos que nada más importa realmente, en absoluto. Lo que Él nos
da a cambio de abrirnos a Él es un desbordamiento de Su poder desde muy adentro
de nosotros. Recibimos Su poder para compartirlo con el mundo, para sanar todas
las heridas, para despertar todos los corazones.
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