El amor evasivo es un modo de
amar que se caracteriza por la dificultad para establecer una cercanía
emocional con otras personas. Les cuesta confiar en los demás y, por este
motivo, no llegan a confiar totalmente en sus parejas. Se ponen nerviosos
cuando alguien desea una mayor cercanía emocional con ellos, tratan de ser
totalmente independientes y autosuficientes, dicen no necesitar a otros y
actúan como si la relación de pareja no fuera una prioridad para ellos.
Se trata de personas que piensan
que los demás no los van a apoyar ni van a estar ahí cuando los necesite, que
los acabarán decepcionando, que no pueden contar con ellos, por lo que acaban
esperando muy poco o nada de los demás. Piensan que a nadie le importa nadie,
que nadie ama a nadie y que nadie se va a interesar realmente por ellos a un
nivel profundo. Por ejemplo, si alguien muestra interés en ellos pueden pensar
que se trata solo de un interés sexual y nada más.
Por este motivo, procuran
mantener una distancia emocional y no implicarse demasiado con los demás. Al fin y al cabo, no desearías implicarte
demasiado con otra persona si piensas que realmente no significas mucho para
ella y te acabará dejando de lado.
Así pues, tratan de protegerse
contra la decepción o el rechazo evitando las relaciones cercanas, manteniendo
una distancia emocional y una sensación de independencia e invulnerabilidad.
Sin embargo, este comportamiento hará también que se sientan solos, que no
tengan a nadie con quien conecten a un nivel emocional profundo, en quien
puedan confiar de verdad o con quien compartir los aspectos más íntimos de su
vida o su personalidad.
Estas personas no necesariamente
tienen una autoestima baja. Pueden considerarse buenas personas dignas de amor
y pensar que tienen cualidades positivas; son los demás los que no les merecen
una buena opinión.
A pesar de que actúan como si no
necesitaran a nadie y como si nadie les importara realmente, se trata tan solo
de una estrategia que han aprendido para defenderse. Cuando tienen algún
problema con alguien a quien aman, como su pareja o un amigo íntimo, se sienten
igual de afectados que cualquier otra persona. No obstante, tras sentir este
malestar reaccionan de un modo evasivo, bloqueando y suprimiendo sus
pensamientos y emociones. Es decir, son capaces de “desactivarse”, tanto a
nivel emocional como fisiológico, dejar de sentir, dejar de prestar atención a
la otra persona y no verse afectados, tomando una distancia emocional y
evadiéndose así del dolor con un “en realidad no me importa”.
Por ejemplo, si su pareja le dice
que quiere salir también con otras personas y tener una relación abierta, puede
responder que no le importa que lo haga. En realidad sí le importa, pero ha
aprendido a reaccionar de este modo, evadiendo sus propias emociones dolorosas.
Al fin y al cabo, si tu pareja te propone algo así, no es raro pensar que no le
importas demasiado. Una persona con un estilo de vinculación más seguro
reacciona mostrando sus sentimientos, su indignación, preguntado a su pareja si
es que no le quiere, tratando de averiguar qué clase de relación busca o si hay
algún problema y rompiendo si no le parece aceptable lo que la otra persona
espera. Un evasivo, en cambio, no muestra sus sentimientos, no deja ver a la
otra persona que su propuesta le ha hecho daño porque no va a mostrar su
vulnerabilidad a los demás, actúa como si no le importara, bloquea sus
emociones y “pasa”. Al bloquear y evadir sus propias emociones dolorosas, no
solo no llega a conocerlas bien ni saber bien lo que siente, sino que tampoco
aprende a manejarlas o a solucionar ciertos problemas en sus relaciones. Su
reacción ante el dolor emocional es de huida y la huida impide el aprendizaje
de otros modos de comportarse.
En general, cualquier
comportamiento de los demás que sea percibido como rechazo o que le haga pensar
que no importa a la otra persona, hará que reaccione distanciándose, tanto
emocional como físicamente.
¿Cuál es el origen de este modo
de relacionarse? En función de las experiencias que hayas tenido a lo largo de
tu vida, especialmente en tu infancia, desarrollas lo que se llama un estilo de
vinculación afectiva; es decir un modo de amar y de relacionarte con los demás
a nivel íntimo (pareja, amistad íntima). Si tus padres han estado ahí para
protegerte, amarte, apoyarte y guiarte de una manera sana y adecuada, entonces
has crecido pensando que los demás son dignos de confianza, te apoyan, te
ayudan, satisfacen tus necesidades emocionales, te aman, te aceptan como eres y
están ahí cuando los necesitas. Como consecuencia, eres capaz de mantener
relaciones sanas, sin miedos excesivos, dar apoyo a tu pareja y buscarlo cuando
lo necesites, te sientes independiente pero también reconoces que necesitas a
tu pareja y que, hasta cierto punto, eres dependiente el uno del otro.
No obstante, esto no es lo que
han aprendido en su infancia los evasivos, puesto que han tenido padres que han
tendido a ignorar sus necesidades emocionales o no han sabido cómo
satisfacerlas. Lo que han vivido y, por tanto, han aprendido, es que están
solos con sus problemas, sus miedos y sus vidas y que no hay nadie ahí para
ayudarlos o apoyarlos realmente, que no importan especialmente a los demás, ni
son especiales para nadie y que más vale que se las apañen por sí solos si
quieren salir adelante. No esperan la ayuda de los demás ni la piden y no se
abren a ellos porque temen que los demás usen esa información para hacerles
daño o porque esperan una decepción (si entregas tu corazón a alguien y luego
esa persona te rechaza es más doloroso que si te rechaza alguien con quien no
has llegado a intimar realmente). Así pues, han aprendido a esperar muy poco de
los demás.
Desgraciadamente, las personas
tienden a acabar con parejas que confirman sus creencias. Es decir, si crees
que los demás te van a fallar y que no les importas realmente, tienes más
probabilidades de acabar con alguien que sea realmente así, según demuestran
los estudios realizados, de manera que este patrón tiende a perpetuarse y, una
vez aprendido, es necesario ser totalmente consciente de él y proponerse
cambiarlo para no caer en la misma trampa una y otra vez.
El primer paso para empezar a
cambiar consiste en ser plenamente consciente de tu forma de relacionarte y de
los problemas que te trae, como soledad, sensación de vacío al bloquear tus
emociones, problemas en tus relaciones y falta de una verdadera intimidad
emocional con los demás.
Echa un vistazo a tu pasado para
ver cómo ha podido afectarte pero no te quedes atrapado en él. La solución al
problema está en el presente, no tiene sentido buscar culpables ni va a cambiar
nada solo por descubrir qué es lo que te ha llevado a ser como eres. Tan solo
úsalo para ser más consciente del problema y de cómo ha afectado tu vida hasta
ahora.
Proponte cambiar tus esquemas de
pensamiento. La idea de que no importas realmente a nadie, no puedes confiar en
nadie, nadie se va a molestar para ayudarte ni estará ahí para darte su apoyo,
no tiene por qué ser siempre cierta. Algunas personas serán así, pero otras no
y debes aprender a elegir a personas diferentes, aquellas que realmente se
preocuparán por ti.
Empieza a abrirte. Si te has
habituado a no abrirte a los demás, esconder tus emociones y no compartir con
ellos lo que pasa dentro de ti, puede costarte trabajo empezar a hacerlo, pero
es un paso esencial. Ten en cuenta que cuando conoces a alguien que te gusta y
empiezas a salir, no necesariamente tienes que contarle todo de ti de golpe,
pero sí tendrás que revelar algunas cosas. Poco a poco, conforme la relación se
va haciendo más íntima, cada persona va revelando más cosas y abriéndose más al
otro. Es un proceso gradual, que puedes ir haciendo con calma, pero necesario
para tener una relación real y satisfactoria.
Recuerda que los demás no tienen
que demostrarte nada. Las personas evasivas son especialmente sensibles a ser
dejadas de lado, a no importar o ser ignoradas. Por este motivo, a veces se
comportan como si la otra persona tuviera que demostrarles que no es así. Como
consecuencia, antes de abrirte puedes necesitar que la otra persona demuestre
que es digna de confianza, que te va apoyar cuando lo necesites y que es
diferente a cualquier otra persona. Pero las cosas no suceden así. No puedes
esperar que esa persona dé diez pasos hacia ti para dar tu un solo paso hacia
ella. No solo es injusto sino que la otra persona no estará dispuesta a
hacerlo, pues esperará algo más igualitario: “yo doy un paso hacia ti, tú das
un paso hacia mí; yo revelo algo de mí, tú revelas algo de ti, yo comienzo a
mostrarte mis sentimientos y tú comienzas a mostrarme los tuyos”. Tienes que
dar algo para recibir algo; no puedes esperar que la otra persona lo de todo
(sin recibir nada a cambio) para luego hacerlo tú, sin nada que arriesgar. Ten
en cuenta que la otra persona, por muy segura que sea, también puede tener
miedo a que le hagan daño.
No olvides que muchas de las
relaciones decepcionantes que has vivido se deben a tu propio modo de pensar,
que te ha llevado a buscar a ese tipo de personas. Pero nunca es tarde para
cambiar. Puedes empezar a ver a los demás de un modo más amplio y realista,
dejar entrar en tu vida a personas diferentes y empezar a abrirte poco a poco a
ellos.
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