Generalmente, cuando las personas
se definen a sí mismas, hablan de sus roles (ser madre, padre, amigo,
trabajador, etc.) o de sus sentimientos, sus emociones, sus valores, sus sueños
o sus metas. Es cierto que todo eso constituye la identidad de una persona,
pero hay algo más.
Para descubrir ese "algo
más" puedes hacer un ejercicio muy sencillo. Consiste en sentarte
cómodamente en un lugar silencioso y tranquilo, cerrar los ojos y empezar a
visualizarte en todos los roles de tu vida, uno a uno y a lo largo del Así, te
verás a ti mismo/a siendo un bebé, un niño, hijo, estudiante, esposo, compañero
de trabajo, amigo, etc.).
Después, harás lo mismo con todo
lo que pasa dentro de ti: tus emociones, tus ideas, tus valores, tus sueños,
tus pensamientos, observando cómo van pasando por tu mente en constante
sucesión, desde fuera, como si estuvieras viendo una película en el cine donde
observaras tu propio interior.
Al hacer esto, te darás cuenta de
que hay una parte de ti que es el observador. No solo eres un hijo o un padre o
madre, sino también aquél que se observa a sí mismo siendo ese hijo o esa
madre. Conforme te observas en todos tus roles y en todos tus eventos privados
(emociones, pensamientos, etc.), te darás cuenta de que siempre hay algo que
permanece, una parte que es simplemente observadora, que está ahí a lo largo
del tiempo, desde el principio, observando desde fuera, incluso tus propios
sentimientos, como el miedo, la ira o el amor.
Las ventajas del observador: Por
tanto, aunque tendamos a identificarnos con nuestros roles y nuestros eventos
privados, en realidad no es eso lo que somos.
Puedes sentir la ira o el miedo,
pero también puedes observarlo desde fuera, convirtiéndote en ese observador
dentro de ti. Esto significa que eres mucho más que una serie de roles, más que
tus emociones, más que tus pensamientos; eres el observador, y cuanto más
consciente seas de la existencia de ese observador en tu interior, más capaz
serás de separarte de los productos de tu mente (los eventos privados) y de tus
roles, siempre cambiantes y transitorios, que no solo no definen lo que de
verdad eres, sino que cuando te identificas en exceso con ellos, te resulta
mucho más difícil separarte de tus estados mentales o emocionales negativos y
actuar con serenidad. Tú puedes verte consumido por el dolor o por el miedo,
pero no el observador que hay en ti. Es una parte que no puede ser dañada,
porque está más allá de lo que habitualmente crees que eres.
La próxima vez que sientas miedo
(u otra emoción que no deseas sentir), que te obsesiones, o que acuda a tu
mente alguna idea desagradable, acuérdate del observador en ti y conviértete en
él o ella para observar ese miedo, ese pensamiento, desde fuera. Con la
práctica verás cómo hacer esto te servirá de gran ayuda en muchas ocasiones,
sobre todo cuando te sientas atrapado por lo que pasa en tu interior, por tus
roles, por tu vida, por el mundo. A veces todo eso nos abruma y nos ahoga. Es
entonces cuando debemos recordar al observador para convertirnos por un momento
en él o ella.
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