Esta ley dice que para adquirir cualquier cosa en el
universo físico, debemos renunciar a nuestro apego a ella. Esto no significa
que renunciemos a la intención de cumplir nuestro deseo. No renunciamos a la
intención ni al deseo; renunciamos al interés por el resultado.
Es grande el poder que se deriva de esto. Tan pronto como
renunciamos al interés por el resultado, combinando al mismo tiempo la
intención concentrada y el desapego, conseguimos lo que deseamos. Podemos
conseguir cualquier cosa que deseemos a través del desapego, porque éste se
basa en la confianza incuestionable en el poder del verdadero yo. El apego, en
cambio, se basa en el temor y en la inseguridad y la necesidad de sentir
seguridad emanada del desconocimiento del verdadero yo.
La fuente de la abundancia, de la riqueza o de cualquier
cosa en el mundo físico es el yo; es la conciencia que sabe cómo satisfacer
cada necesidad. Todo lo demás es un símbolo. Los símbolos son transitorios;
llegan y se van. Perseguir símbolos es como contentarse con el mapa en lugar
del territorio. Es algo que produce ansiedad y acaba por hacernos sentir vacíos
y huecos por dentro, porque cambiamos el yo por los símbolos del yo.
El apego es producto de la conciencia de la pobreza, porque
se interesa siempre por los símbolos. El desapego es sinónimo de la conciencia
de la riqueza, porque con él viene la libertad para crear. Sólo a partir de un
compromiso desprendido, podemos tener alegría y felicidad.
Entonces, los símbolos de la riqueza aparecen
espontáneamente y sin esfuerzo. Sin desapego somos prisioneros del desamparo,
la desesperanza, las necesidades mundanas, los intereses triviales, la
desesperación silenciosa y la gravedad, características distintivas de una
existencia mediocre y una conciencia de la pobreza.
La verdadera conciencia de la riqueza es la capacidad de
tener todo lo que deseamos, cada vez que lo deseamos, y con un mínimo de
esfuerzo. Para afianzarnos en esta experiencia es necesario afianzarnos en la
sabiduría de la incertidumbre. En la incertidumbre encontraremos la libertad
para crear cualquier cosa que deseemos.
La gente busca constantemente seguridad, pero con el tiempo
descubriremos que esa búsqueda es en realidad algo muy efímero. Hasta el apego
al dinero es una señal de inseguridad.
Quienes buscan la seguridad la persiguen durante toda la
vida sin encontrarla jamás. La seguridad es evasiva y efímera porque no puede
depender exclusivamente del dinero. El apego al dinero siempre creará
inseguridad, no importa cuánto dinero se tenga en el banco. De hecho, algunas
de las personas que más dinero tienen son las más inseguras.
La búsqueda de la seguridad es una ilusión. Según las
antiguas tradiciones de sabiduría, la solución de todo este dilema reside en la
sabiduría de la inseguridad o la sabiduría de la incertidumbre. Esto significa
que la búsqueda de seguridad y de certeza es en realidad un apego a lo
conocido. ¿Y qué es lo conocido? Lo conocido es el pasado. Lo conocido no es
otra cosa que la prisión del condicionamiento anterior. Allí no hay evolución,
absolutamente ninguna evolución. Y cuando no hay evolución, sobrevienen el
estancamiento, el desorden, el caos y la decadencia.
La incertidumbre, por otra parte, es el suelo fértil de la
creatividad pura y de la libertad. La incertidumbre es penetrar en lo
desconocido en cada momento de nuestra existencia. Lo desconocido es el campo
de todas las posibilidades, siempre fresco, siempre nuevo, siempre abierto a la
creación de nuevas manifestaciones. Sin la incertidumbre y sin lo desconocido,
la vida es sólo una vil repetición de recuerdos gastados. Nos convertimos en
víctimas del pasado, y nuestro torturador de hoy es el yo que ha quedado de
ayer.
Renunciemos a nuestro apego a lo conocido y adentrémonos en
lo desconocido, así entraremos en el campo de todas las posibilidades. La
sabiduría de la incertidumbre jugará un importante papel en nuestro deseo de
entrar en lo desconocido. Esto significa que en cada momento de nuestra vida
habrá emoción, aventura, misterio; que experimentaremos la alegría de vivir: la
magia, la celebración, el júbilo y el regocijo de nuestro propio espíritu.
Cada día podemos buscar la emoción de lo que puede ocurrir
en el campo de todas las posibilidades. Si nos sentimos inseguros, estamos en
el camino correcto, no nos demos por vencidos. En realidad no necesitamos tener
una idea rígida y completa de lo que haremos la semana próxima o el año
próximo, porque si tenemos una idea clara de lo que ha de suceder y nos
aferramos rígidamente a ella, dejaremos por fuera un enorme abanico de
posibilidades.
Una de las características del campo de todas las
posibilidades es la correlación infinita. Este campo puede orquestar una
infinidad de sucesos espacio-temporales con el fin de producir el resultado
esperado. Pero cuando hay apego, la intención queda atrapada en una forma de
pensar rígida y se pierden la fluidez, la creatividad y la espontaneidad
inherentes al campo de todas las posibilidades. Cuando nos apegamos a algo,
congelamos nuestro deseo, lo alejamos de esa fluidez y esa flexibilidad
infinitas y lo encerramos dentro de un rígido marco que obstaculiza el proceso
total de la creación.
Esta ley no obstaculiza la fijación de metas. Siempre
tenemos la intención de avanzar en una determinada dirección, siempre tenemos
una meta. Sin embargo, entre el punto A y el punto B hay un número infinito de
posibilidades, y si la incertidumbre está presente, podremos cambiar de
dirección en cualquier momento si encontramos un ideal superior o algo más
emocionante. Al mismo tiempo, será menos probable que forcemos las soluciones
de los problemas, lo cual hará posible que nos mantengamos atentos a las
oportunidades.
La ley del desapego acelera el proceso total de la
evolución. Cuando entendemos esta ley, no nos sentimos obligados a forzar las
soluciones de los problemas. Cuando forzamos las soluciones, solamente creamos
nuevos problemas. Pero si fijamos nuestra atención en la incertidumbre y la
observamos mientras esperamos ansiosamente a que la solución surja de entre el
caos y la confusión, entonces surgirá algo fabuloso y emocionante.
Cuando este estado de vigilancia, nuestra preparación en el
presente, en el campo de la incertidumbre, se suma a nuestra meta y a nuestra
intención, nos permite aprovechar la oportunidad. ¿Qué es la oportunidad? Es lo
que está contenido en cada problema de la vida. Cada problema que se nos
presenta en la vida es la semilla de una oportunidad para algún gran beneficio.
Una vez que tengamos esta percepción, nos abriremos a toda una gama de
posibilidades, lo cual mantendrá vivos el misterio, el asombro, la emoción y la
aventura.
Podremos ver cada problema de la vida como la oportunidad de
algún gran beneficio. Habiéndonos afianzado en la sabiduría de la
incertidumbre, podremos permanecer alerta a las oportunidades. Y, cuando
nuestro estado de preparación se encuentre con la oportunidad, la solución
aparecerá espontáneamente.
Lo que resulta de esto es lo que denominamos comúnmente
«buena suerte». La buena suerte no es otra cosa que la unión del estado de preparación
con la oportunidad. Cuando los dos se mezclan con una vigilancia atenta del
caos, surge una solución que trae beneficio y evolución para nosotros y para
todos los que nos rodean. Ésta es la receta perfecta para el éxito, y se basa
en la ley del desapego.
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