viernes, 4 de septiembre de 2015

La mente una biocomputadora


La mente es simplemente una biocomputadora. Cuando un niño nace no tiene mente; no hay charla en su interior. Este mecanismo necesita por lo menos tres o cuatro años para empezar a funcionar. Y verás que las niñas empiezan a hablar antes que los niños, son más charlatanas, ¡ellas tienen una biocomputadora de mejor calidad!

Ésta necesita ser alimentada con información; por eso es que si intentas recordar toda tu vida hacia atrás, te quedarás parado alrededor de los cuatro años si eres un hombre, o a la edad de tres si eres una mujer. Antes de esa edad está en blanco. Tú estabas allí; deben haber sucedido muchas cosas, pero al parecer no hay memoria grabada, así que no puedes recordar. Pero puedes regresar atrás recordando muy claramente hasta los cuatro o los tres años de edad.
La mente recoge sus datos de los padres, de la escuela, de otros niños, de vecinos, de parientes, de la sociedad, de la iglesia... hay fuentes por todas partes. Y tienes que haberte dado cuenta de que, cuando empiezan a hablar por primera vez, los niños pequeños repiten la misma palabra muchas veces. ¡Qué alegría!; un nuevo mecanismo ha empezado a funcionar en ellos.
Cuando pueden decir frases lo hacen muy gozosamente, una y otra vez. Cuando pueden empezar a hacer preguntas, preguntan acerca de todas y cada una de las cosas. Ellos no están interesados en tu respuesta, así que por favor no les des una respuesta larga de la Enciclopedia Británica. Al niño no le interesan tus respuestas; el niño simplemente está disfrutando del poder preguntar. Una nueva facultad ha empezado a existir en él.
Y así es como va recogiendo; luego empezará a leer... y más palabras. Y en esta sociedad, el silencio no se valora; lo que se valora son las palabras, y cuanto más articulado seas, más se te valorará. ¿Qué son tus líderes? ¿Qué son tus políticos? ¿Qué son tus profesores? ¿Qué son tus sacerdotes, teólogos, filósofos? Condensado en una sola palabra, son muy articulados. Ellos saben cómo utilizar las palabras con sentido, significativamente, consistentemente, así que pueden impresionar a la gente.
Nadie se da cuenta de que toda nuestra sociedad es dominada por personas verbalmente articuladas. Puede que no sepan nada; puede que no sean sabios, puede que ni siquiera sean inteligentes. Pero una cosa es segura: saben cómo jugar con las palabras. Es un juego, y lo han aprendido. Y eso paga en respetabilidad, en dinero, en poder; en todos los sentidos. Así que todo el mundo lo intenta, y la mente se llena con muchas palabras, con muchos pensamientos.
Y cualquier computadora se puede encender o apagar; pero la mente no se puede apagar. No tiene un interruptor. No se tienen referencias de que, cuando Dios hizo el mundo, cuando hizo al hombre, hiciera un interruptor para poder encender o apagar la mente. No hay interruptor, así que continúa funcionando desde el nacimiento hasta la muerte.
Te sorprenderá saber que las personas que entienden de computadoras y que entienden del cerebro humano tienen una idea muy extraña. Ellos especulan con la idea de que si sacamos el cerebro del cráneo de un ser humano y lo mantenemos vivo mecánicamente, puede seguir charlando de la misma manera. Al cerebro no le importa no estar ya conectado a la pobre persona que lo estaba sufriendo; todavía sueña. Aun cuando esté conectado a máquinas, todavía sueña, todavía imagina, todavía teme, todavía proyecta, espera, intenta ser esto o aquello. Y es completamente inconsciente de que no puede hacer nada; la persona en la que solía estar ya no está. Se podría mantener vivo este cerebro durante mil años instalado en aparatos mecánicos, y seguiría charlando y charlando en círculos; las mismas cosas, porque todavía no hemos sido capaces de enseñarle cosas nuevas. Una vez que podamos enseñarle cosas nuevas, repetirá cosas nuevas.
En los círculos científicos existe la idea predominante de que cuando un hombre como Albert Einstein muere, es una pena que su cerebro también muera con él. Si pudiéramos salvar el cerebro, implantar el cerebro en el cuerpo de cualquier otra persona, entonces el cerebro podría seguir funcionando. No importa si Albert Einstein está vivo o no; ese cerebro continuaría pensando en la teoría de la relatividad, en las estrellas y en nuevas teorías. La idea es que las personas, al igual que donan su sangre y sus ojos antes de morir, también deberían empezar a donar sus cerebros, para que éstos se pudieran conservar. Si vemos que hay cerebros especiales, muy cualificados (dejarlos morir es un puro desperdicio), luego podemos trasplantarlos. Se puede convertir a algún idiota en un Albert Einstein, y el idiota nunca lo sabrá; porque dentro del cráneo del hombre no hay sensibilidad; puedes cambiar cualquier cosa y la persona nunca lo sabrá. Simplemente, pon a una persona inconsciente y cambia lo que quieras cambiar en su cerebro (puedes cambiar todo el cerebro), y se levantará con el nuevo cerebro, con la nueva charla, ¡y ni siquiera sospechará lo que ha pasado!
Esta charla es nuestra educación, es básicamente errónea porque sólo te enseña la mitad del proceso; cómo usar la mente. No te enseña cómo pararla para que pueda descansar; porque continúa funcionando hasta cuando estás durmiendo. No sabe lo que es dormir. Ha trabajado constantemente, setenta, ochenta años.
Si podemos educar... y eso es lo que estoy intentando imprimir en ti; que es posible. Lo llamamos meditación. Es posible poner un interruptor en la mente para apagarla cuando no se la necesite. Es útil en dos sentidos: porque te proporcionará una paz, un silencio, que nunca antes habías conocido, y un conocimiento que, por causa de la mente charlatana, no ha sido posible. Te ha mantenido siempre ocupado. Y en segundo lugar, porque también le dará descanso a la mente. Y si podemos darle un descanso a la mente, será más capaz de hacer las cosas más eficientemente, más inteligentemente.
Así que te beneficiarás por ambos lados (por el lado de la mente y por el lado del ser); sólo tienes que aprender cómo parar el funcionamiento de la mente, cómo decirle: «Ya es suficiente; ahora vete a dormir. Yo estoy despierto, no te preocupes.» Utiliza la mente cuando la necesites, y entonces estará fresca, joven, llena de energía y gracia. Entonces todo lo que digas no será tan sólo huesos secos; estará lleno de vida, lleno de autoridad, lleno de verdad, sinceridad, y tiene un enorme significado. Puedes estar utilizando las mismas palabras, pero ahora la mente ha recogido tanto poder descansando que cada palabra que utiliza se convierte en fuego, se convierte en poder.
Lo que en el mundo se conoce como carisma es simplemente una mente que sabe cómo relajarse y dejar que la energía se recupere, así que cuando habla es poesía, cuando habla es evangelio, cuando habla no necesita dar evidencia o lógica alguna; tan sólo su propia energía es suficiente para influir en la gente. Y la gente siempre ha sabido que hay algo... aunque nunca haya sido capaz de concretar lo que ha llamado carisma.
Una mente que trabaje día y noche tiene que estar débil, apática, inexpresiva, arrastrándose de alguna manera. Como mucho, es utilitaria; te puede servir para comprar verduras. Pero no da para más. Así que millones de personas que podrían ser carismáticas se mantienen pobres, inexpresivas, sin ninguna autoridad, sin ningún poder.
Sí es posible dejar la mente en silencio y utilizarla solamente cuando se la necesite (y lo es), entonces vuelve con una fuerza impetuosa. Ha reunido tanta energía que cada palabra pronunciada va directamente a tu corazón. La gente piensa que esas mentes de personalidades carismáticas son hipnóticas; no es así. En realidad son tan poderosas, tan frescas... siempre es primavera. Esto en lo que concierne a la mente.
En lo concerniente al ser, el silencio abre un nuevo universo de eternidad, de inmortalidad, de todo lo que puedas imaginar como felicidad, bendición; de ahí la insistencia en que la meditación es la religión esencial, la única religión. No se necesita nada más. Todo lo demás es ritual no esencial.
La meditación es justamente la esencia, la mismísima esencia. No puedes restarle nada. Y te proporciona ambos mundos. Te da el otro mundo (el divino, el mundo de divinidad) y también te da este mundo. Así que entonces no eres pobre. Tienes cierta riqueza, pero no la que proporciona el dinero.
Hay muchas clases de riquezas, y en la escala de la riqueza, la riqueza en dinero es la categoría inferior. El millonario es el más pobre de los ricos. Desde el punto de vista de un pobre, es el más rico de los pobres. Comparado con la riqueza de un artista creativo, de un bailarín, de un músico, de un científico, es el más pobre de los hombres ricos. Y en lo concerniente al mundo del despertar fundamental ni siquiera se le puede llamar rico.
La meditación te hará supremamente rico proporcionándote el mundo de tu ser interior; y también relativamente rico, porque liberará los poderes de tu mente en cualquiera que sea el talento que tengas. Todo el mundo ha nacido con un determinado talento, y hasta que uno no viva ese talento en toda su plenitud, algo en él quedará insatisfecho. Seguirá sintiendo que falta algo que debería estar ahí.
Dale un descanso a la mente; ¡lo necesita! Y es tan sencillo: simplemente conviértete en su testigo. Y te dará ambas cosas. Poco a poco la mente empieza a aprender a estar en silencio. Y una vez que sabe que estando en silencio se hace más fuerte, entonces sus palabras no son sólo palabras; tienen una validez, una riqueza y una cualidad que nunca antes habían tenido; tanto, que van directas, como flechas. Traspasan las barreras lógicas y alcanzan el corazón de lleno.

La mente es un buen sirviente de inmenso poder en las manos del silencio. Entonces el ser es el maestro, y el maestro puede utilizar la mente cuando la necesite y puede apagarla cuando no la necesite.

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