Aunque usted esté enfermo, su
imagen verdadera continúa siendo perfecta. Líguese a esa imagen verdadera y
usted volverá al estado de perfección, que es la salud.
Considere que lo normal y lo
natural es tener salud. La enfermedad es una anormalidad y toda anormalidad
puede y debe ser eliminada.
Es más fácil tener salud que
padecer la enfermedad.
Dios nunca le manda dolencias y
pruebas, porque en Dios no existen dolencias ni pruebas. Comience a creer que
en usted hay una energía eterna, que es la propia Fuerza Divina.
Su cuerpo siempre reacciona a los
estímulos de la mente; por eso, si él es mantenido permanentemente en estado de
orden y armonía, no se corromperá.
Examinando más profundamente el
funcionamiento del cuerpo humano, algunos investigadores médicos llegaron a la
conclusión de que es más fácil explicar por qué los humanos deberían vivir para
siempre que por qué deberían morir.
Estudios de trazados muestran que
la transformación atómica de nuestro cuerpo es bien rápida y bien completa. En
una semana o dos, la mitad de los átomos de sodio será sustituida por otros
átomos de sodio. El caso es similar con el hidrógeno y el fósforo. Aun la mitad
de los átomos de carbono serán sustituidos dentro de un mes o dos. Y así
prosigue la historia para casi todos los elementos. En un año, aproximadamente
el 98% de los átomos, ahora existentes en nosotros, serán sustituidos por otros
átomos, que asimilamos de nuestro aire, alimento y bebida.
Perciba que su cuerpo no es una
criatura frágil, pero actúa a través de una energía que escapa a nuestra
explicación.
¿Qué importa, entonces si usted
tiene siete años o setenta o setecientos años? En verdad, su cuerpo, por lo
menos teóricamente, tiene un año de edad.
Esto ha de hacer que usted crea
en la capacidad de recuperación de su organismo y en la capacidad que usted
tiene de mantener la eterna juventud, sueño de todas las generaciones que ya
pisaron la Tierra.
Su cuerpo es, originalmente,
perfecto, saludable, vigoroso. Su cuerpo es usted. Existe perfecta interacción
entre usted y su cuerpo. Su mente actúa y su cuerpo reacciona. Por tanto,
quiera bien a su cuerpo. Ámelo. No lo perturbe ni lo castigue, generando pensamientos
negativos y destructivos en su mente.
Como el cuerpo reacciona a los
estímulos de la mente, si usted mantiene pensamientos de tristeza, de pena, de
envidia, de odio, de rabia, de depresión, de angustia, de carencia, de soledad,
de egoísmo, de venganza, de celos enfermizos, de amargura, de pesimismo, de
discordia, de avaricia, de orgullo, de nerviosismo, de aflicción, de
preocupación, de desilusión, de fracaso, de desamor, de descreimiento, esos
pensamientos producen desajustes y desarmonías en el cuerpo y de ahí nacen las
enfermedades.
Vea lo que acontece cuando usted
alimenta, por ejemplo un sentimiento de rabia: rubor en la piel del rostro,
dilatación de los párpados, manchas rojas en el blanco de los ojos, contracción
y rigidez de los labios, endurecimiento del maxilar, crispación de las manos,
temblor en los brazos, modificación de la voz. Pero las reacciones más
desastrosas se verifican en el interior de su cuerpo: la sangre se coagula
mucho más de prisa que lo normal; el número de células sanguíneas aumenta hasta
cerca de medio millón por milímetro cúbico de sangre; los músculos que rodean
el estómago y todo el aparato digestivo sufren espasmos que pueden provocar
fuertes dolores abdominales; hay una aceleración violenta en los latidos del corazón;
la presión sanguínea sube brusca y violentamente, y hasta puede explotar algún
vaso del cerebro; las arterias coronarias del corazón se contraen, y se
endurecen tanto que en algunas ocasiones, puede provocar angina de pecho o
trombosis.
Hay otros efectos negativos,
pero, por eso, usted comienza a creer que el cuerpo es el súbdito de la mente.
Mente enferma, cuerpo enfermo.
Mente sana, cuerpo sano.
Usted es uno con el Padre, que es
Dios, que es la perfección, la salud, la alegría, el amor, la armonía, el
bienestar, la paz, la felicidad.
Cada vez que usted revitaliza esa
unión con el Padre, entra en estado de armonía mental, y, consecuentemente,
produce salud en el cuerpo.
Cuando usted entra en estado de
paz, automáticamente entra en estado de salud.
Recuerde que Dios no desea su
enfermedad ni su sufrimiento, porque Dios es perfecto y perfección es salud.
Cuando usted reza, en el Padre
Nuestro, "sea hecha tu voluntad así en la tierra (cuerpo), como en el
cielo (mente)", significa que usted quiere estar conforme con la voluntad
del Padre, quien desea la perfección, tanto en la mente como en el cuerpo. Por
tanto, la voluntad del Padre es la salud. Y para que usted alcance la salud del
cuerpo, se hace necesario alcanzar antes la salud de la mente, o sea,
establecer en su mente pensamientos positivos.
Tres pasos importantes debe dar
usted para alcanzar la cura de su enfermedad: en primer lugar, aparte de su
mente todo sentimiento negativo de miedo, de duda, de desconfianza, y de
desarmonía; en segundo lugar, sustituya esos pensamientos negativos por
pensamientos de armonía, de perfección, de salud, de interacción entre su mente
y la Mente Divina; en tercer lugar, fórmese un cuadro mental de su cuerpo
plenamente saludable. De aquí en adelante sólo existirá esta verdad: su cuerpo
restablecido, en orden, salubre, y funcionando maravillosamente bien.
La cura es infalible, pues toda
imagen verdadera y unívoca enviada al Padre, que habita en el subconsciente, se
transforma en realidad física.
Joseph Murphy, en su libro
"Los Milagros de la mente", afirma: "Recuerde que su cuerpo
posee un mecanismo orgánico que refleja el entrelazamiento del consciente con
el subconsciente, o sea, el voluntario (el sistema nervioso cerebro espinal) y
el sistema nervioso autónomo. Esos dos sistemas pueden trabajar aisladamente o
en sincronía. La conexión de esos dos sistemas es efectuada por el nervio
vago".
Jesús dijo cierta vez que, cuando
dos estuvieren orando en su nombre, él estaría en medio de ellos; esto quiere
decir que, cuando un pensamiento es aceptado armónicamente por la mente
consciente y subconsciente, este pensamiento es atendido. Cuando hay perfecta
interacción entre la mente consciente y subconsciente, hay sintonía entre usted
y el Padre que habita en su interior y, en este caso, infaliblemente la oración
es escuchada.
Cuando la mente consciente duda,
tiene miedo o es negativa, usted necesita calmarla, e inclusive adormecerla,
tornarla pasiva, para que no cree obstáculos a las órdenes de cura y de salud
que usted envía al subconsciente.
Procure, entonces, relajar la
mente consciente, descontrayendo su cuerpo y concentrándose, profundamente, en
su deseo. Cálmese, aflójese bien, relájese, cierre los ojos y afirme en su
mente el cuadro mental de la salud perfecta. Observe, mentalmente, su órgano
enfermo que ahora funciona correctamente, energícelo con una luz blanco-azulada
y crea que él está obedeciéndole.
Y así es y así será.
Emile Coué dijo que "para
comprender bien el papel de la sugestión, o el de la autosugestión, basta saber
que el subconsciente es el dirigente principal de todas nuestras funciones.
Hagámosle creer que tal órgano, que no funciona bien, debe funcionar bien.
Instantáneamente el subconsciente le ordena y el órgano, obedeciendo
sumisamente, recupera su función normal, inmediatamente, en poco tiempo. Esto
nos da el derecho de explicar, de manera simple y clara, cómo, por la
sugestión, se pueden detener las hemorragias, aliviar la presión del vientre,
extinguir fibromas, curar parálisis, lesiones tuberculosas, heridas varicosas,
etc."
Al aplicar esta fuerza sanadora
procure mantener pasiva su mente consciente, tanto cuanto fuere posible, porque
entonces su orden será enviada sin distorsiones al subconsciente. Cuando usted
dice "Voy a intentar", ya está desperdiciando la fuerza principal que
es la fe. Voy a intentar, significa que usted duda si resultará o no. Parta del
principio indiscutible de que todo lo que el subconsciente acepta como
verdadero, él lo cumple. Envíe su orden con fe y decisión. Pero mande una
determinación positiva y no negativa.
Por ejemplo, no diga: Mi estómago
no me dolerá; diga positivamente: Mi estómago está funcionando ahora correcta y
normalmente.
Si usted está con dolor de
cabeza, relájese, cierre los ojos y diga monótonamente: Está pasando, está
pasando, está pasando.
Existe un poder curador dentro de
usted. La naturaleza actúa por sí y restablece el orden cuando éste está
deteriorado. Muchas veces usted se hirió y la sangre se coaguló sola, se formó
la cicatriz y, posteriormente, hasta la misma cicatriz desapareció, a tal punto
que usted ya no sabe más dónde estaba el corte. Existe un Poder Curador en
usted. Es la vida, fuente inagotable de perfección.
Ese Poder Curador Divino obra por
sí y actúa con más energía y fuerza cuando es accionado por la mente. Ayude a
su mente a practicar más rápidamente la cura, mentalizando sugestiones
positivas y afirmando la armonía y perfección existentes en usted. Así, su
subconsciente sabrá exactamente lo que usted quiere y actuará en consecuencia.
Recuerde que los males que su
mente creó, su mente puede curar. No es necesario que usted conozca cómo
funciona el Poder Curador Divino, pues probablemente nunca lo sabrá. Todas las
sanaciones comienzan y terminan por el espíritu, pues él es su Vida y su vida
es Dios.
Hay un dicho que afirma: "El
médico trata la herida, pero quien cura es Dios". Dios, en tanto, sólo
actúa en usted por medio de usted.
No es necesario redactar para Dios
la lista de sus sufrimientos, pues Él lo sabe todo.
Lo que usted precisa hacer es la
oración de la cura, la oración del pedido que ya ve, en sí mismo, la realidad,
porque, en Dios, el pedir y el dar son una misma cosa. Fue por eso que Jesús
enseñó la ley del Pedid y Recibiréis. El pedido y el recibimiento son una misma
cosa. "Y será que antes que clamen, yo responderé; estando aun hablando yo
los oiré".
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