¿Te ha pasado alguna vez que
llegas a una habitación a hacer algo y no recuerdas qué era? ¿O tal vez acabas
de salir del coche y, tras caminar unos pasos, te detienes porque no recuerdas
si lo has cerrado con llave? ¿O puede que, de repente, te des cuenta de que
empezaste a hacer algo y lo dejaste a medias sin ni siquiera ser consciente de
ello ni tener la más mínima intención de dejarlo inacabado?
Si te encuentras con frecuencia
en este tipo de situaciones puede ser debido a que no estás prestando atención
al momento presente, sino que tu cabeza está a menudo en otra parte, en el
futuro, en el pasado, dando vueltas a algún problema, fantaseando, imaginando o
preocupándote por cualquier cosa.
Al no estar presente mientras
haces muchas de las cosas de tu día a día, no es raro que se produzcan estos
olvidos. No recuerdas si has cerrado el coche porque, mientras lo hacías, no
eras consciente de ello, no estabas en el presente porque tu mente estaba en
otra parte, tal vez pensando en algún problema o asunto que te preocupa, o
tratando de huir de una realidad que no te gusta.
Cuando no estás en el presente es
como si fueras con el piloto automático, haciendo muchas cosas de manera
inconsciente. Cuando debes hacer algo más complicado, que requiere más atención
y concentración, es posible que logres abandonar ese estado de piloto
automático durante un rato, para volver a él enseguida y pasar así la mayor
parte del tiempo.
Las consecuencias de no estar
presente: Este no estar presente implica una desconexión con uno mismo. Incluso
aunque no te des cuenta es, en sí misma, estresante porque genera incertidumbre
e inseguridad, te aleja de tu propio interior y te impide vivir el momento,
además de los problemas y contratiempos que pueden crearte tus propios olvidos
y despistes.
El estado de piloto automático no
solo afecta a tus experiencias externas, sino también a las internas, como tus
propias emociones, de manera que puede que tampoco seas del todo consciente de
lo que sientes, no solo de lo que haces. Al fin y al cabo, tus sentimientos las
vives ahora, en el presente, en cada instante, y si no estás en el presente,
tampoco estás siendo consciente de tus propias emociones y sentimientos, o de
tu propio cuerpo.
La solución, por tanto, consiste
en proponerse ser más consciente de todo lo que haces, aunque se trate de algo
tan simple como salir de tu coche y cerrar la puerta. Si eres planamente
consciente de lo que haces en cada instante, lo recordarás. Y conforme vayas siendo
más consciente de todo lo que haces durante el día, de lo que estás viviendo en
cada momento, te darás cuenta de que te sientes mejor, tu mente y tu cuerpo
están más relajados y estás más en contacto contigo mismo.
En general, cuanto más cerca está
una persona de sí misma y más conectada con su propia experiencia, tanto
interna como externa, mayor es su bienestar emocional y su sensación de calma
interior. Por desgracia, a menudo nos alejamos de nosotros mismos justo en los
momentos en que más necesitamos de esa calma emocional; es decir, cuando tenemos
problemas. Pero es en esos momentos cuando más necesitas hacer justo lo
contrario: ser más consciente de lo que haces, dices y sientes, estando tan
solo en el ahora y controlando tu propia mente para que no deambule sin
permiso. Por supuesto, esto no significa que haya algo malo en fantasear,
preocuparse por algo o soñar despierto, siempre y cuando elijas voluntariamente
el momento para hacer eso, en vez de dejar que tu mente te arrastre en los
momentos menos oportunos.
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