La envidia es una emoción que
todos hemos experimentado en alguna ocasión pero que a nadie le gusta admitir;
es desagradable, nos avergüenza y no parece tener mucha utilidad. Entonces, ¿a
qué se debe su existencia y para qué sirve?
Aunque la envidia y los celos
guardan cierta relación, existe una importante diferencia entra ellos. La
envidia implica un deseo de tener lo que no tienes, mientras que los celos se
producen cuando has perdido algo que tenías por culpa de otra persona.
Por ejemplo, si tu pareja se va
con otra persona puedes sentir celos, mientras que si deseas que la pareja de
esa otra persona estuviese contigo, entonces se trataría de un sentimiento de
envidia.
Aunque la envidia es una emoción
poco estudiada, un grupo de investigadores quiso conocer algo más acerca de
ella mediante diversos estudios realizados con estudiantes universitarios y
descubrieron algunas cosas interesantes. Una de ellas es que la envidia puede
estimular nuestros procesos mentales. Por ejemplo, si recuerdas experiencias
pasadas en las que sentiste envidia, luego tendrás más probabilidades de
evaluar y observar a los demás con más detalle y recordarás más cosas de ellos.
Esto sucede porque cuando sientes
envidia de alguien, pasas más tiempo observando a esa persona, te fijas más y
recuerdas más información sobre ella. Así, si te dan información y fotografías
de varias personas te fijarás más en aquellos que pueden despertar tu envidia,
como los que son más atractivos, conducen un buen coche, etc.
¿Por qué prestamos tanta atención
a aquellos que nos generan envidia?: Los motivos para esta especie de
fascinación son dos. Uno de ellos tiene que ver con lo que podríamos llamar la
envidia sana o positiva y el otro con una envida malsana o negativa.
La envidia sana hace que nos
fijemos en esa persona para aprender de ella y poder intentar emularla y
alcanzar así lo que esa persona tiene y deseamos. Por tanto, es positiva en
cuanto nos sirve para aprender nuevas estrategias sobre cómo comportarnos o qué
hacer para alcanzar nuestras metas.
Por el contrario, la envida
malsana o negativa consiste en prestar una atención especial a esa persona con
el objetivo de encontrar debilidades que puedas utilizar para hacerle daño,
humillarla y hacerla caer de ese podio de superioridad en el que la ves.
Algunas personas hacen esto como un modo de sentirse mejor. Dado que al
compararse con la persona a la que envidia se siente en una posición de
inferioridad, trata de hacer caer a esa persona para así sentirse superior y
mejorar su autoestima. En otras ocasiones, se trata de un modo de librarse de
la competencia.
El precio de la envidia: Como
podemos imaginar, la envidia malsana es una estrategia que puede funcionar
momentáneamente al aumentar tu autoestima rebajando a la otra persona. Pero, a
la larga, es una estrategia que te rebaja, te hace sentir peor contigo mismo y
no te aporta nada positivo.
Por este motivo, cuando te des
cuenta de que estás sintiendo una envidia de tipo negativo, puedes intentar
cambiarla por esa envida sana de la que hablaba antes. Para hacerlo, empieza
por preguntarte por qué envidias a esa persona y qué tiene que tú desearías. Luego pregúntate qué puedes aprender de él o
ella que te aporte algo positivo y observa de cerca a esa persona para
descubrir lo que la hace especial en vez de intentar descubrir el modo de
rebajarla.
Por otra parte, sea cuál sea el
tipo de envidia que sientas, ten también en cuenta que toda envidia supone un
esfuerzo mental. Por ejemplo, después de observar a compañeros atractivos y
ricos, se pidió a un grupo de estudiantes que hicieran algunos rompecabezas. En
comparación con un grupo control, estos estudiantes “envidiosos” se rindieron
antes. Esto es debido a que sus mentes estaban en un estado llamado agotamiento
del ego, un estado de fatiga mental que se descubrió en un principio en
personas que ejercían actos de autocontrol. Parece ser que la envidia causa el
mismo efecto.
Así pues, la envidia tiene un
precio que hay que pagar, por lo que más vale que valga la pena.
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