Cuando nos llega la hora nos
despedimos de nuestros cuerpos para retornar a las mansiones de la Luz, más
grande, de Dios. Hay continuidad individual; sólo nuestra capa (el cuerpo
físico), es dejada atrás. Cuando estamos en transición necesitamos nuevamente
la clase de acompañamiento musical que se armoniza con el Silencio y despeja
nuestra entrada a la Luz celestial. En un funeral o ceremonia de recordación es
esencial tocar música que producirá vibraciones de liberación gozosa
y un no
accidentado viaje hacia la otra orilla, donde nos esperan ángeles, seres
queridos y grandes mensajeros de Luz. Que la jubilosa música ascienda hacia los
hermosos, ilimitados horizontes de las luminosas moradas de Dios, preparadas
para nosotros. Al elegir la música para el momento del deceso de una persona,
seleccionar melodías que inspiren, eleven y despejen la atmósfera. La muerte de
un ser querido debería ser un momento de dicha, pues se libera hacia una
dimensión de la vida mucho más grande y bella. Hacer sonar música que celebre
la transición del ser querido como una verdadera graduación y victoria. Evitar
a toda costa cualquier música triste, agobiadora o artificialmente sentimental:
el velo entre este mundo y el próximo es muy tenue. En toda ceremonia fúnebre o
en memoria, elijamos la música que afirma estos pensamientos.
La vida es infinita, inmortal,
inagotable y eterna. Llega a ser cada vez más útil, refinada u majestuosa
cuando nuestros grados se acercan y se completan. Con el tiempo, finalmente, la
Tierra no tendrá nada más que enseñarnos, de modo que no habrá necesidad de que
retornemos.
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