Absolutamente todo
lo que está en la
Naturaleza está vibrando. "Todo es vibración", es un principio
universal.
Nuestras células,
tejidos, órganos, son compuestos de átomos que vibran en distintas frecuencias.
En el estado natural de salud en el ser humano, todas esas frecuencias vibran
en armonía, como en una inmensa sinfonía.
Sin embargo, ese estado
de equilibrio se pierde fácilmente. El estrés, los ritmos de vida actual, las
tensiones físicas y emocionales, interfieren en esa armonía interna, y nos
conducen al cansancio, al dolor y a las enfermedades del cuerpo, de la mente y
de las emociones.
Cuando el sonido fluye a
través de nuestro cuerpo, afecta a su vibración y permite un reordenamiento
molecular.
Usar diversos instrumentos
como flautas Cherokee de los indios de Norteamérica, diapasones, cuencos,
campanas tibetanas, didgeridoo, percusión, tu voz, arpa de boca y más, te darán
la sensación de paz y armonía.
El sonido lleva una
cierta frecuencia y el cuerpo la reconoce. Ciertas combinaciones armónicas del
sonido son interpretadas por el cuerpo humano como una clave hacia el restablecimiento
del equilibrio interno, el retorno hacia el estado de salud. Esa clave es la
armonía, que convierte al sonido en una poderosa herramienta de transformación.
El sonido puede modificar cualquier sustancia, re ordenarla, y en definitiva,
sanar.
Pitágoras afirmaba que "cada cuerpo celestial, cada átomo,
produce un sonido particular debido a su movimiento, ritmo o vibración. Es más,
todos esos sonidos o vibraciones componen una armonía universal en la que cada
elemento, sin perder su propia función y carácter, contribuye a la
totalidad", lo cual incluye al cuerpo humano. Cada célula y cada
órgano de nuestro cuerpo, por tanto, vibran continuamente a una determinada
frecuencia. Y así, cuando un órgano está sano su frecuencia vibratoria está en
armonía con el resto del cuerpo; pero si esa frecuencia se altera se rompe la
armonía y aparece lo que conocemos como enfermedad.
También sabemos hoy -por
el principio de resonancia- que es posible modificar estas frecuencias
alteradas a través de la transmisión de otras frecuencias. Y eso es lo que convierte
al sonido en un proceso terapéutico capaz de abrir la puerta al equilibrio
físico, emocional, mental y espiritual. Y es que merced al principio de
resonancia, que el sonido de los cuencos de cuarzo y los cuencos tibetanos
(metálicos) ajusta la vibración de la persona a la misma frecuencia emitida por
el cuenco, es decir, terminan ambos vibrando al mismo ritmo.
El sonido de los cuencos
de cuarzo, cuencos tibetanos y didgeridoo, afecta de manera global al
individuo. Primero equilibra su cuerpo energético y los chakras (centros de
energía) y luego limpia el campo áurico. Además, la vibración repercute en la
columna que actúa como vehículo de resonancia y se extiende a través del
sistema nervioso a nuestras células, tejidos y órganos. Esa es la razón de que
la vibración producida por los cuencos tenga la capacidad de disolver bloqueos
en el cuerpo físico y sutil así como de que se utilice en casos de contracturas
musculares, roturas y otros problemas óseos. La vibración de los cuencos
resuena y armoniza la estructura cristalina presente también en nuestro
esqueleto.
Gracias por este articulo me pareció muy interesante y si creo que la música cura pues nos ayuda a serenar las emociones.
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